lunes, 23 de enero de 2017

La liebre con los ojos de ámbar, de Edmund de Waal


        Este libro es la historia de una familia judía que nació en Berdichev, se trasladó a Odesa y allí se hizo rica con el negocio del trigo, que de la tierra negra de Ucrania pasaba a alimentar a Europa. La familia, los Ephrusi, convirtió el capital acumulado en un banco que abrió sedes en París y en Viena, Los hijos de la familia se instalaron en lujosas mansiones construidas en las zonas de ensanche de las dos ciudades, junto a otras grandes dinastías financieras, cerca del Arco de la Estrella parisina y en la Ringstrase vienesa, grandes palacios que aún existen, por los que ha pasado la turbulenta historia del siglo XX. Es la historia de cuatro generaciones que recorre el final del XIX y todo el siglo pasado, con un extraordinario momento de esplendor, entre 1870 y 1914 y una larga decadencia que comienza tras la Primera Guerra Mundial y acaba con la invasión nazi de Viena. La familia, dividida entre esas dos ciudades, es una familia muy rica y muy culta. Los hermanos, como suele ocurrir en ese tipo de familias, se repartían el trabajo, unos se dedicaban a las finanzas y otros podían permitirse el lujo de gastar el dinero en valiosos objetos artísticos. Los Ephrusi de París coincidieron en el tiempo de su esplendor financiero con la explosión del arte de vanguardia. Charles, uno de los hermanos, era amigo de poetas y pintores y pudo hacerse con una importante colección. Por su casa pasaban Jules Laforgue o Maupassant, Proust o Gustave Moreau. Monet, Degas o Renoir. Lo mismo sucedía en Viena, aunque quizá con un gusto algo menos moderno.

        El autor de este libro singular, a medio camino entre la autobiografía familiar y la historia del arte, Edmund de Waal, que es un ceramista inglés reconocido, toma como hilo conductor de su historia a doscientas sesenta y cinco figurillas japonesas de madera y marfil, llamadas netsuke, que fueron adquiridas por Charles de la mano de mercaderes parisinos que, tras la caída del Japón medieval, pusieron de moda el japonismo en Europa. Los netsuke asisten al nacimiento del impresionismo parisino y a los ismos que siguieron, al affaire Dreyfus y el antisemitismo que le siguió, pasan a la Viena del secesionismo y de la gran expansión de la ciudad, poco antes de que el imperio astrohúngaro caiga como una torre de naipes y Austria se convierta en una pequeña república antes de ser asimilada por la revolución pangermana de los nazis. Los netsuke seguirán su viaje a Londres, volverán a Japón una buena temporada, para acabar e manos del autor de esta historia, otra vez en Londres.


          Como todas las historias, en esta una familia de almacenistas de grano toca con los dedos el cielo de la riqueza, el gusto y la buena vida y acaba mal, con algunos de sus miembros en Auschwitz y otros reacomodados como pequeño burgueses o simple clase media, después de que en la guerra lo perdieran o, mejor, se lo robaran todo. El libro está bien escrito y mejor contado. El autor es capaz de traspasar su pasión y sensibilidad al lector.

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