Ser felices juntos. Vamos al oeste juntos, donde
viviremos tranquilos, es lo que todos queremos, como dice el estribillo
pegadizo que va repitiendo la canción. Y eso es lo que creemos que está a nuestro
alcance cuando somos jóvenes, cuando los caminos están aun sin recorrer, cuando
aún no hemos tomado la decisión de seguir la bifurcación de la derecha frente
al camino de la izquierda. La película tiene un prólogo que discurre en el
pasado cambio de milenio: dos jóvenes, uno rico y otro pobre, negocios frente
al duro y mal pagado trabajo de la mina. En medio una chica que ha de escoger.
Escoge el camino del Dólar que es como se llamará su hijo cuando nazca. Después
vienen dos episodios. Uno en el presente, quince años después, en 2014: el
minero descartado, que se había ido con la firme promesa de no volver, vuelve
con un cáncer en los pulmones, con mujer e hijo y sin dinero. Viene a pedir
ayuda a sus antiguos conocidos. Mientras tanto, la mujer y el hombre rico se
han separado, con el hijo de ambos viviendo en Shangái con el padre. La mujer
llora desconsoladamente durante el entierro de su padre. En el último episodio,
en 2025, el hijo y el padre viven en Australia y apenas se entienden porque uno
habla chino y el otro sólo inglés. El padre triste y solitario colecciona armas
de fuego. El chico inicia una relación con su profesora de chino. En la desoladora
escena final vemos a la mujer bailando al son de “Go West”.
La peli es larga, 130 minutos. Con el prólogo y los dos
episodios rodados en un formato distinto para pasado, presente y futuro. El
director, Jia Zhangke, hace lo posible por mostrar las diferencias temporales,
los personajes con fondos borrosos en los planos cercanos y en los más lejanos paisajes
desolados, decorados industriales, carreteras, trenes, interiores despersonalizados
como si hiciese un único travelling que mostrase el paso del tiempo. La pobreza
industrializada de la China del 2000 frente a los avances tecnológicos,
vestimenta, comida, interiores de la China posterior. Riqueza material frente a
desolación interior. La populosa China que aparece con rostros anónimos e
indiferenciados del prólogo a la más cosmopolita en los gustos y aficiones, con
el deseo de individuación que se simboliza con el deseo de emigrar a Occidente,
pero también estragada moralmente, vidas rotas frente a la ilusión de vivir
juntos y felices en el oeste, como anunciaba la premonitoria canción de los Pet
Shop Boys.
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