jueves, 22 de octubre de 2015

Marte (The Martian)

       
             Ayer opté por ir a ver Marte para escapar de la asfixiante atmósfera del fútbol. Cada vez resisto peor su ocupación del espacio público, del telediario a la tasca, de la insufrible retórica de las páginas deportivas a la heroificación de los futbolistas en antologías de cuentos o en películas. No me parece mal reivindicar lo banal, otra cosa es que se imponga como necesario. Como la religión, como la patria, cuando el fútbol muestra su ambición imperial entonces se hace tosco, aburrido, peligroso. Aunque temo que volveré a caer en sus ineluctables redes.

            Ridley Scott vuelve al espacio, aunque esta vez sustituye la epopeya metafísica de Blade Runner por la retórica de lo cercano posible, la poesía por la ciencia. Sin embargo, estira demasiado la aventura, creo, de este Robinson marciano.

            A un astronauta se le da por muerto en una misión a Marte, sus compañeros lo abandonan en medio de una furiosa tempestad. Cuando el prota abre los ojos al desierto marciano le espera la muerte. Pero lo propio de nuestra especie es no rendirse, canta el mito. En la estación abandonada por sus compañeros puede sobrevivir con las reservas para unos meses, que amplía con sus conocimientos de botánica: en un hangar climatizado cultiva patatas con sus excrementos. Hasta aquí la prospección científica.

            Lo que sigue, dar por hecho lo posible tecnológico a día de hoy, el rescate planeado desde la Tierra, se explica con prisas y cambiando de registro. Ahí es donde se estira la película, del duro trabajo de guión se pasa a la fácil seducción emocional del espectador.

            Como en el fútbol, soporto mal la inducción a las lágrimas: familias y amigos que esperan el reencuentro, políticos humanos y corazones de piedra, chinos y americanos unidos en el rescate espacial, plazas del mundo llenas de gente siguiendo en directo el buen fin de la aventura.


            La peli está técnicamente bien hecha, ¿cómo podría ser de otro modo?, pero si Ridley Scott hubiese metido las tijeras aún estaría mejor.

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