sábado, 8 de agosto de 2015

La realidad novelada


            Lo híbrido está de moda, la mixtura, la mezcla, lo impuro. Es el nuevo lenguaje del siglo XXI. Aunque el siglo XIX pugne por reaparecer de nuevo. Está en las noticias, en lo que cuentan: la invasión del primer mundo por el tercero, una invasión imparable que teñirá lo blanco de negro, que bañará lo negro de un hermoso chocolate claro, que llena de acentos dulces y esquivos las viejas lenguas; en el modo de contarlas, por medios tan inéditos como ligeros, tan instantáneos como veraces, con cada vez más presencia de los protagonistas del suceso en detrimento de los intermediarios. Está en el arte, en las formas hibridadas, esculturas pintadas, como soportes publicitarios, como iconos de la ciudad moderna, pinturas convertidas en vídeo, cualquier objeto que vibre convertido en soporte musical y en la literatura actualizada de mil maneras, versos vertidos en prosa, ensayos con forma de novela y viceversa, el yo autobiográfico convertido en héroe o antihéroe novelesco.

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            En Mi lucha, Karl Ove Knausgard es autor, narrador y protagonista, objeto y sujeto de una saga de seis libros en los que cuenta su propia vida. Emmanuel Carrère ha dejado de escribir romans para escribir rècits, investigaciones en primera persona de asuntos o personas reales en los que se implica hasta tal punto que mientras desarrolla el tema, la vida del nacional bolchevique ruso Limonov  o el nacimiento del cristianismo en Le Royaume, cuenta su propia aventura como escritor de esas historias a las que está vitalmente unido.



            En Bernie, Richard Linklater, a medio camino entre el documental y un film convencional, nos cuenta la vida de un hombre real, Bernie Tiede, empleado de una funeraria en Carthage, Texas. Para reconstruirla utiliza a actores conocidos (Jack Black, Shirley MacLaine, Matthew McConaughey) que representan a los personajes principales, a otros actores para construir testimonios ficticios y a personas de la calle para darnos testimonios reales sobre la personalidad del Bernie real. La mezcla de realidad ficcionada y realidad tal cual funciona, el acoplamiento de una con otra no chirría en ningún momento. Mientras vemos la película podemos optar por disfrutar de la narración de la vida de un personaje de película o de la de un hombre de la vida real. El resultado final siempre depende de la sabiduría del creador, en este caso de Linklater, autor también de Boyhood, que da con el tono para mostrarnos a Bernie, un amable y simpático asesino confeso, entre el humor negro y la fría exposición de un suceso.

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