miércoles, 22 de julio de 2015

Lejos del mundanal ruido


            El encanto de las novelas del XIX. Ahora no soportaríamos ese modo de escribir, el narrador inmiscuyéndose en los asuntos de sus protagonistas, anticipando sus reacciones, juzgándolos, diseñando su destino sin dejarles opciones. Pero nos gusta leer lo que entonces se escribía, con aquella ingenuidad que se ha perdido, irrecuperable ya, porque sabemos que responden a su tiempo, tanto los personajes como el autor, y aunque parte del placer de la lectura reside en atrapar una vida que ya se fue, un paisaje, unas costumbres, unas constricciones morales, un decorado histórico tan distinto del nuestro, nos sigue emocionando la vida que late debajo de esos seres que vienen del pasado poque muchos de sus anhelos son también los nuestros.

            La novela junta a cuatro personajes, tres hombres y una mujer muy joven de espíritu independiente. Los tres hombres caen rendidos ante el irresistible encanto de Bathsheba Everdene. El primero en pedirle en matrimonio es Gabriel Oak, un granjero que acaba de invertir todos sus ahorros en un rebaño de ovejas que tiene la mala suerte de perder por la impericia de uno de sus perros. Justo después de que Gabriel sea rechazado, la joven Bathsheba ha de hacerse cargo de una propiedad que le deja en herencia un tío suyo. A Gabriel no le queda otra que convertirse en pastor a sueldo para ganarse la vida, pastor precisamente de Bathsheba. El segundo, un hacendado vecino de Bathsheba, el introvertido William Boldwood, a partir de una desgraciada broma en el día de San Valentín, cree que es invitado a pedir su mano. Buena parte de la novela narra los costosos intentos de Bathsheba por desenredar la confusión. De algún modo lo logra con la aparición del tercer pretendiente, el guapo y desenfadado sargento Francis Troy, que acaba de abandonar a Fanny Robin, una antigua empleada de la hacienda del tío de Bathsheba. Mientras Fanny se pierde, Bathsheba cae bajo los encantos del sargento y se casa con él. Pero con ello en lugar de simplificar su caos sentimental lo agrava. Por supuesto, cuanto más se complica la vida sentimental de Bathsheba más disfruta el lector. El autor acelera las pasiones, los engaños y desengaños, las sorpresas y desvelamientos, trocando la plácida vida campestre en tragedia romántica.

            Construida sobre personajes complejos, cargados de virtudes y defectos, Thomas Hardy avanza con maestría por los vericuetos emocionales de sus personajes, salpicando la narración de sucesos significativos que definen su carácter. Sitúa la acción en el mundo rural, con gran dominio de la naturaleza, los cambios estacionales, las plantas, los animales o las labores agrícolas y con un uso del lenguaje poético propio de un virtuoso, no en vano Thomas Hardy es uno de los grandes poetas del XIX inglés.

            La novela, si descontamos una muda de 1915, ha sido llevada al cine en tres ocasiones, siempre con el mismo título. La primera en 1967, por John Schlesinger, con un gran reparto, Julie Christie, Terence Stamp, Peter Finch y Alan Bates, que se mantiene fresca y refleja tanto el mundo de Hardy como el de finales de los 60 en que fue realizada. La segunda en una miniserie de la televisión británica, de 1998, menos interesante pero que sigue fielmente la historia trazada por Thomas Hardy. Y la tercera de Thomas Vinterberg acaba de ser estrenada hace unas semanas. He esperado acabar de leer la novela para verla.


            En la nueva versión, la de 2015, los guionistas y el director han optado por no ser demasiado fieles a Thomas Hardy, tampoco a la época en que se sitúa la novela. Han preferido hacer una película romántica más atenta a las ensoñaciones del espectador actual que al tejido histórico. Es agradable, se deja ver, pero inundada de luz y de paisajes hermosos que parecen confeccionados en estudio, se han limado las aristas de los personajes principales que se parecen poco a los concebidos por Hardy. Bathsheba Everdene (Carey Mulligan) es una mujer blandita, llena de sonrisas y candor, de de la que ha desaparecido el espíritu independiente y cuya loca y destructiva pasión apenas se adivina. Gabriel Oak, el pastor empleado en la hacienda heredada por Bathsheba, ya no es el complejo enamorado capaz de sacrificarse por su amada y aconsejarla que se case con un rival. Del hacendado William Boldwood poco queda de su atormentada pasión, es ahora un hombre razonable que todo lo comprende y del que ya no se entiende por qué empuña y dispara la escopeta en la parte final. En cuanto al cuarto en discordia, el guapo sargento Troy, es despojado de su seductora maldad para ser juzgado benévolamente. Los personajes secundarios, sus cuentos y expresiones, la taberna donde se reúnen, su actitud de sumisión y burla ante el poderoso, simplemente han dejado de existir. Por otro lado, la utilización y abuso de la elipsis es tal que dudo que la mayor parte de los espectadores que no sean británicos o lectores de Hardy puedan seguir la historia con facilidad. Es un elemento más que contribuye a reducir la historia de personalidades complejas y de relaciones sociales, que ya no se dan pero que conviene comprender, a una historia romántica intemporal. Me quedo con la versión de John Schlesinger.

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