sábado, 18 de julio de 2015

Blind



            El escenario es una ciudad norteña, Oslo, aunque no aparecen brumas, oscuridad ni humedades. Es época de buen tiempo. Una mujer, Ingrid, de pronto, abruptamente, se queda ciega, por una enfermedad de origen genético. Se encierra en su casa y trata de recordar los colores y las formas que ya no están a su alcance. El sonido y el tacto adquieren una nueva dimensión. Su marido, arquitecto, no le ayuda mucho, más bien pasa de ella. Entonces empieza a fantasear viéndose a sí misma como personaje en busca de sexo, de amor, de hijos que no tiene. Esa fantasía termina por convertirse en texto a través de un portátil sobre el que teclea lo que imagina. La trama de la novela y de la película se va complicando: Ingrid se ve como una joven madre soltera, Elin, que se traslada de Suecia a Oslo, que lleva muy mal su soledad y que de golpe se queda ciega. Un hombre feo pero sentimental, solitario y adicto al porno en Internet, la observa desde la ventana del piso de enfrente de su casa y se hace el encontradizo. El propio marido de Ingrid entra en la historia teniendo una aventura con Elin, dejándola embarazada. Es difícil saber si lo que sucede en pantalla es real o solo pasa en la mente de Ingrid.


            El guión es excesivamente complejo y demasiados los temas que quiere tratar: las dificultades de un ciego para hacerse con la realidad, la soledad de las ciudades modernas, las relaciones de pareja, el sexo, la maternidad, sin decantarse con claridad por ninguno de ellos lo que desconcierta al espectador. Es una película llena de ideas, de sugerencias más bien. Los personajes son atractivos, bien construidos, se adivina un mundo brillante y oscuro en sus torpes movimientos por abandonar la soledad y salir al mundo. Pero son sólo esbozos, cada uno de ellos necesitaría un desarrollo que los completase. También la realización quiere huir de lo convencional. Hay un momento en que la mujer ciega, Ingrid, sola en la habitación de la que no se atreve a salir, se desnuda y se arroja a la luz de la ventana. Ella no se ve pero nosotros sí: la cámara sale fuera y muestra el ventanal alargado, vertical, y el cuerpo de la mujer desnudo aplastado contra el cristal. Cómo tener conciencia de sí, identidad, si no sabemos si nos ven, si no podemos captar la mirada de los demás sobre nuestro cuerpo. La creatividad nórdica está en ebullición, mientras aquí abajo, en el tórrido sur, las batallitas políticas nos destrozan el tiempo y los nervios.

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