viernes, 31 de julio de 2015

El fin del mundo en las televisiones, de Diego Doncel


            “Necesitamos dejar de ser las víctimas de un proyecto viejo basado en ideas que no son nuestras, insisto. No debemos creer en los profetas del simulacro y la mercancía. En los intelectuales de los centros comerciales y de los platós de televisión. No aspiramos a cambiar una política por otra, queremos encontrar una forma de hacer de esta época un lugar habitable”.
 
            En las páginas finales del libro, a modo de notas, Diego Doncel, explicita su ideología, próxima al 15-M y a su hijo natural, Podemos, no los alude directamente, pero en su instinto poético late la misma pulsión adanista, ese volver a comenzar como si nada de la vida que llevamos fuese rescatable. “Sabes que hay una revolución en marcha. Que hay que creer en la fuerza de la multitud”.

            El fin del mundo en las televisiones es un libro original, aunque con antecedentes rastreables en la poesía española. Poetiza la prosa o prosifica la poesía que viene a ser lo mismo para que las ideas que recoge del aire viciado de ahora mismo vuelvan a él más leves pero brillantes y seductoras. Dividido en 9 capítulos, cada uno referido a la realidad tamizada por un canal de televisión (Canal 1, Canal 2), ofrece relatos poetizados o largos poemas, con frases sucintas separadas por puntos y aparte y espacios en blanco, que pretenden ejemplificar el campo de batalla de esta larga crisis. Vidas rotas o consumidas, detalles de la vida circundante alternados con reflexiones políticas y algunos chispazos de amor y sexo. Vida privada y vida golpeada. El libro se abre con este epígrafe tomado de un graffiti de Pompeya: “Oh muro, no sé cómo has podido resistir el peso de tanto oprobio”. Algunas de las frases son descriptivas, en otras desagua la emoción, otras son sentenciosas hasta alcanzar la forma de eslóganes para la manifestación del día. También hay hallazgos poéticos que han merecido el premio de poesía Tiflos. Quizá peque de superabundancia y de falta de perspectiva: no ha encontrado el punto entre la vista a ras de suelo y la cenital, entre la tenaz hormiga trabajadora y la velocidad y rapidez del halcón peregrino. En todo caso, la rauxa, después de tanto novelista (Isaac Rosa, Belén Gopequi, David Torres), tiene su poeta.
           
            Muestras espigadas:

            “La ética solo la consumen los pobres, como el whisky nacional”.

            “Hay que estar a la altura del ejercicio de la política o de las dimensiones del capital:
            El poder se mide por la chica a la que vas a pagar esta noche”.

            “Follar clandestinamente en la época de la multiplicidad del yo
            no es un vicio, sino una exigencia del mercado”.

            “Ya los medios de comunicación harán su trabajo: mantener la
            realidad a raya, sin crítica, en un idealismo feliz”.

            “Celebro mi insignificancia con tragos de cerveza. 
            Acudo al porno para defenderme del resentimiento, para ser
            como ellos, para librarme de mí. 
            Mi destino es no llegar a ningún sitio. 
            Al amanecer soy un muerto más”.

            “Solo sabe que la lujuria tiene el color de una cuenta corriente,
            que el deseo posee las dimensiones del mercado, que la
            belleza es algo que se puede comprar”.

            “Yo sabía que solo el que conoce los prostíbulos, las cárceles y
            los manicomios tiene verdadera conciencia de lo que es
            este país”.

            “¿Por qué seguir adorando una época vieja?
            ¿Por qué seguir creyendo que nuestra vida se construye como
            una mercancía más?"

            "Los bárbaros ocupan las pantallas de todas las televisiones”.


            “Recuerda que vivimos en territorio bajo vigilancia”.

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