lunes, 1 de junio de 2015

Soy basura

                    

            Cada clic que hago queda registrado, cada palabra que introduzco en el buscador, cada guasap que envío. Cada día mi yo vertido en la red es más digital, más numérico, entregado, donado, ofrecido al Big Data, al Dios de nuestro tiempo. El Big Data me devuelve una imagen completa de mí mismo en forma de arquetipo que emerge de los clics y de los cuestionarios en los que me invitan a participar, que me dice qué pienso, qué deseo, cuál es mi tendencia política, una representación exacta de mi ser en el mundo, listo para comprar. El Big Data ilumina mis rincones más oscuros, precisa por completo mi identidad más allá de lo que creo ser.

            El Big Data interrumpe el proceso que constituye la personalidad, en continua construcción y transformación. No somos de una vez y para siempre sino estados temporales que varían según cambia el relato que hacemos de nosotros mismos, cuando nos ponemos por escrito o nos contamos a nuestros amigos, a nuestros amantes o a los extraños que encontramos en el camino. El Big Data va más allá de las ideologías coercitivas del pasado que nos constreñían a ser o nos incitaban a aspirar a ser de un determinado modo, que ponían límites a nuestra personalidad o nos moldeaban de acuerdo al modelo de un hombre nuevo. El Big Data, por el contrario, nos define con exactitud, prevé nuestro comportamiento, nos muestra en pantalla lo que vamos a comprar, los pensamientos y deseos que vamos a producir, la pareja y el hijo que queremos tener. La prospección mucho más rápida que nuestra voluntad lee nuestros deseos recónditos, pronostica nuestras acciones. El Big Data vive de nuestra ilusión de libertad, la explora y explota, nos convierte en productores esclavos de nosotros mismos.


  “El Big Data es un gran negocio. Los datos personales se capitalizan y comercializan por completo. Hoy se trata a los hombres y se comercia con ellos como paquetes de datos susceptibles de ser explotados económicamente. Ellos mismos devienen mercancía. El Big Brother y el Big Deal se alían. El Estado vigilante y el mercado se fusionan. La empresa de datos Acxiom comercia con datos personales de aproximadamente 300 millones de ciudadanos estadounidenses, esto es, de prácticamente todos. Acxiom sabe más de los ciudadanos estadounidenses que el FBI. En esta empresa, los individuos son agrupados en 70 categorías. Se ofertan en el catálogo como mercancías. Aquellos con un valor económico escaso se les denomina waste, es decir, «basura». Los consumidores con un valor de mercado superior se encuentran en el grupo Shooting star. Son dinámicos, de 36 a 45 años, se levantan temprano para hacer footing, no tienen hijos, están casados, les gusta viajar y la serie de televisión Seinfeld”. (Psicopolítica, Byung-Chul Han).


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