miércoles, 10 de junio de 2015

En el enjambre, de Byung-Chul Han

         
            “¡Abueloooo!”, “¡Hey tío!”, “¿Qué pasa jefe?”. El imperio de lo llano. Hemos eliminado la distancia entre las personas, en una carrera por la simetría, por la igualación. Borramos las diferencias, aquello que nos distingue del otro, lo que nos hace diferentes y por tanto interesantes porque cada uno tiene algo que decir, un modo idiosincrático de enfrentarse a las cosas del mundo. De paso perdemos el nombre detrás de apelaciones genéricas o lo ocultamos en el anonimato cuando nos expresamos en Internet, para lanzar exabruptos o insultar o lanzar opiniones exageradas que en una conversación de tú a tú no emitiríamos. “El respeto va unido al nombre. Anonimato y respeto se excluyen entre sí”. (Im Schwarm. Ansichten des Digitalen. 2013). La sociedad de masas del pasado congregada en sindicatos, partidos, manifestaciones o procesiones que afirmaba con fuerza y convicción “nosotros” cede el paso al individuo aislado y anónimo, gritón pero inseguro, indignado pero pasivo. Exigimos transparencia pero nos ocultamos en un nick, desdeñamos a los mediadores de la información, a los periodistas, a quienes ya no reconocemos como sacerdotes de la opinión, pero pontificamos en nuestros blogs, tuiteamos o fraseamos entre interjecciones en Factbook.

            El hombre asilado que clica sin cesar ya no forma parte de la masa sino del enjambre digital, “no es un nadie disuelto en la masa sino un alguien anónimo que solicita atención”. Pero sus gestos ante la pantalla no congregan, es uno más dentro de la suma total del enjambre, no un “nosotros” que se constituya como sujeto de acción. “Lo que caracteriza a la sociedad es la multitud”, dice Antonio Negri; no, es la soledad, le replica Han.

            El síndrome de París es el sufren los turistas japoneses cuando visitan esta ciudad. Ante la distancia entre el París ideal y la sucia ciudad de la realidad utilizan dos estrategias, una instintiva, su cuerpo se rebela, alucina, padece mareos, arritmias, náuseas; otra más mecanizada, se protegen fotografiando, digitalizan la ciudad, buscan en la fotografía la belleza y la propia vida. Esta metáfora es la que Byung-Chul Han usa para reflejar la actual sociedad digital. En el mundo analógico en el que hasta ayer vivíamos los mecanismos de mediación con la realidad eran perecederos como la fotografía por ejemplo, surgía, resplandecía, se deterioraba. Las imágenes digitales por contra son imperecederas, escapan al tiempo y al espacio, eluden la realidad corporal y mortal. Por el camino hemos perdido la mirada que se refleja en otra mirada, el otro que se nos contrapone para tratar las cosas del mundo, a los demás, comos cosas que se almacenan. Con el smartphone evitamos el contacto directo con el otro, la dimensión táctil y corporal, nos perdemos el tono, los gestos, el movimiento en favor de una comunicación deshumanizada. La comunicación digital carece de rostro y cuerpo: no tenemos a nadie delante que nos mire. “El creciente narcisismo de la percepción hace desaparecer la mirada, hace desaparecer al otro”.


            Tampoco la movilidad es un indicio de libertad, cada uno lleva su puesto de trabajo allí donde va. El imperativo neoliberal del rendimiento transforma todo tiempo en tiempo de trabajo, incluido el del sueño (que repara y regenera para volver a producir). Lo digital cuenta los tuits, los amigos, los seguidores, los “me gusta”, es aditivo, numerable, busca el rendimiento. Estamos en un tiempo poshistórico, donde el contar sucede al narrar, donde el narciso prescinde del otro. La digitalización nos aleja del pensamiento, de la mano instrumental que piensa. El sujeto digital se libera de la sujeción a la tierra, de la ley de la tierra (Heidegger) convirtiéndose en esclavo del rendimiento. Cazador de noticias y de información, quiere un mundo transparente sin barreras, con atajos, muy diferente del mundo del labrador pegado a la tierra, de la que extraía la verdad semioculta. La información es acumulativa, la verdad exclusiva. “La dicha profunda de la percepción consiste en la carencia de eficiencia, brota de la mirada larga, que se demora en las cosas, sin explotarlas”. Las categorías del orden terreno son sustituidas por otras que corresponden al orden digital: la acción por operación, el pensamiento por cálculo, la verdad por transparencia, el espíritu por el narcisismo digital. “Se toma nota de todas las cosas, sin conseguir conocimiento”.

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