jueves, 21 de mayo de 2015

También esto pasará, de Milena Busquets


            Por fin una novela ligera, sin peso. Los escritores con nombre tienden a consolidarse, a hacer honor a su fama, con libros serios que quieren suplantar la vida con ejercicios sesudos y estructuras complejas. El discurrir sin embargo es más leve de lo que queremos creer, viento arrebolado que apenas nos deposita unos instantes en tierra firme. Milena Busquets, nel mezzo del cammin di nostra vita, en torno a los cuarenta, ha decidido atrapar unos fragmentos de vida y dárnoslos con una escritura fluida, elegante y ágil. Si dejamos que la brisa de poniente pase las páginas, veremos a Blanca, su alter ego, yendo de sus hijos a sus exmaridos, de sus amigas a sus amantes, en un coqueteo incesante entre el amor y el sexo, por las calles, la alfombra del mar y los cálidos interiores burgueses del Cadaqués estival con el fondo tristón y melancólico de la muerte reciente de su madre. Pero nada es suficiente para que la vida sea vivida como drama. Los frecuentes dolores de cabeza de la protagonista, los despertares nebulosos, tienen que ver con las noches alargadas, el vino blanco helado y los porros, con la resaca más que con el breve paso inhóspito de la muerte. Es fácil dejarse atraer por un modelo veraniego e irresponsable de la vida pero difícil de poner en práctica si uno no ha nacido en un ambiente de despreocupación y facilidad. Como en las viejas novelas del XIX el lector contempla el revoloteo de las mariposas nocturnas ante los puntos de luz, su agitación, el chamusqueo, su consunción. Una vida bonita, admirable, deseable pero fuera de su alcance.


            Es admirable la combinación de amor (sexo) y muerte, al fin los dos puntos que tensionan la vida, como elementos de construcción novelesca, entrelazada con una leve trama de hombres jóvenes y hermosos y mujeres distendidas, que se sostiene en un lenguaje cuya mayor virtud es la transparencia, con algunos chispazos de ingenio metafórico que nunca apabullan al entregado lector. Algunos críticos han recordado el precedente de Françoise Sagan por el estilo desenfadado y la dulce tristeza. Pero yo la veo más cercana a la actual tendencia a novelar la vida cotidiana, a convertir la intimidad en trama. La novela alcanza la contundencia en su brevedad, el espesor en su chisporroteo. Cuando el lector mete su nariz en esas vidas las discusiones y los gritos ya han pasado y las historias que se inician se entregan a su imaginación. La madre de Blanca ha muerto y es enterrada en la primera página, la gauche divine se despide de ustedes, Blanca que los ha visto bañarse desnudos en las calas de la costa brava, y se despierta huérfana y adulta, sigue los pasos de sus hijos sin perder detalle. Tres generaciones, los setenta, el cambio de siglo, la actualidad. Una ligera gran novela.

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