lunes, 16 de marzo de 2015

El desmoronamiento. Treinta años de declive americano


            ¿Hemos entrado en un periodo de declive tecnológico? ¿Se ha parado el futuro? Cuando se asiste a la revolución informática, al cielo de Internet, parece osado mantener esta tesis, sin embargo es lo que hace George Packer en su libro, El desmoronamiento. Treinta años de declive americano. Tras la segunda guerra mundial habría habido dos etapas, la primera de innovaciones reales, de crecimiento exponencial, de creatividad técnica que redundó en la mejora de la vida de la gente. Los salarios se sextuplicaron en el periodo que va de 1950 a 1973. Ahora sucede lo contrario, sectores enteros, la agricultura y la industria del tabaco, el textil, la fabricación de muebles, por poner solo unos ejemplos, están en quiebra y millones de personas en paro, los salarios se mantienen o los que empiezan a trabajar cobran salarios de miseria. Hablando de EE UU, que es lo que hace el autor, ¿qué hay de equivalente en la actualidad al programa Apolo o al avión supersónico de aquellos años? ¿El iPad?, mero diseño. George Packer le compra las tesis a Peter Thiel, que se ha hecho multimillonario con PayPal, para afirmar “Queríamos coches voladores y lo que hemos conseguido han sido ciento cuarenta caracteres”. Estamos bajo el hechizo de los aparatitos. ¿Cuáles son las causas del declive del futuro? Serían muchas, demasiada regulación en los campos de la energía, de la alimentación y de los medicamento, por ejemplo; el obtuso ecologismo que impide el desarrollo e implementación de la energía nuclear; la desaparición de la URSS que eliminó el incentivo; el espíritu de paz universal y, por encima de todo, el conformismo. El rector de Yale recibe a sus nuevos alumnos con esta frase: “Felicidades tenéis la vida asegurada”. Thiel despotrica contra la educación superior porque se ha convertido en un “mero marcador de posición, extremadamente ajeno a la pregunta de si sirve en realidad para mejorar la sociedad y la vida de los individuos”. En consecuencia, Thiel financia proyectos emprendedores en campos relacionados, por ejemplo, con el transhumanismo u ofrece becas a mentes brillantes para que abandonen la universidad y funden empresas. Hasta tal punto está convencido Packer de la decadencia que titula su libro El desmoronamiento. Y se refiere a las tres décadas entre 1978 a 2012.

            En realidad su libro es un ensayo con vocación de novela, o al revés, una novela con personajes reales, que es la actual moda, cada uno de ellos sintomático, cada uno testigo de un tiempo de demolición. Real es Peter Thiel, creador de Paypal, el político New Gingrich, la presentadora más famosa del mundo Oprah Winfrey, Colin Powell, el escritor Raymond Carver o el rapero Jay-Z, pero también otra serie de personajes representativos del frustrado sueño americano cuyas vidas va relatando en capítulos alternos a lo largo del libro, como Dean Price, un evangelista heredero de grajeros arruinados del tabaco que monta sus propios negocios en el Piedemonte de los Apalaches, o Tammy Thomas, una trabajadora que lucha por sobrevivir a la ruina de la industria tradicional, en Youngstown, en la cuenca siderúrgica de Ohio, y se embarca con entusiasmo en la campaña de Obama II. Packer define un estado de ánimo más que un frío análisis basado en macrodatos, con vocación de reflejar una época al modo de Steinbeck o de Dos Passos.


            El espejo en que mira Packer y el que nosotros vemos no es necesariamente coincidente. La clase media vive peor que hace unos pocos años, ¿pero ese cambio es definitivo, es para siempre? La gente tiene peores trabajos que antes y gana menos, ¿pero está la tecnología en declive? ¿Es así en las técnicas médicas, en biotecnología, en la industria alimentaria? Qué decir de los extraordinarios avances en la genómica o en el desentrañamiento del cosmos. Cuesta creerlo. No nos ha ido tan mal durante estos últimos treinta años, aunque estos últimos hayan sido muy duros. El desmoronamiento, reconoce Packer, trae más libertad, en la historia de EEUU los declives han sido relativos y siempre han anunciado cambios a mejor.

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