miércoles, 4 de febrero de 2015

Soumission, de Michel Houellebecq


            François, profesor universitario en la Paris III- Sorbonne, especialista en Huysmans, un escritor recordado por una obra, A rebours, que pone en cuestión el naturalismo reinante en su tiempo, se da cuenta de que su vida sexual está en declive, en medio de una campaña por unas presidenciales decisivas. Estamos en Francia, en 2022. François ha vivido a salto de mata. Cuando sus relaciones con las mujeres dependieron de la voluntad de estas, no fueron muy duraderas, pero cuando se convirtió en profesor pudo escoger a sus amantes entre las alumnas y ser él quien decidía la duración. Ahora que su intensidad sexual ha decrecido notablemente parece conformarse con los videos de youporn, un portal de gran éxito. Su declive sexual se contrapone a un cierto interés por la política. En la universidad mandan los rectores acomodaticios que pactan la paz con los estudiantes salafistas a cambio de hacer desaparecer la influencia de los judíos. En las elecciones la amenaza del Frente Nacional es compensada por el creciente poder de la Fraternidad musulmana.

            En algunas ciudades, en los barrios parisinos, surgen brotes de violencia. François oye disparos, ve a lo lejos incendios, pero ni los canales nacionales, ni youtube, rutube o la CNN ofrecen información al respecto. Grupos de jóvenes han creado un movimiento identitario que prepara la insurrección, los Indígenas Europeos: como blancos que ocuparon antes que nadie Europa rechazan cualquier tipo de colonización, sea musulmana, americana, china o india. De guerra civil antes del 2050, habla en sus panfletos la rama política, aunque debido al todavía fuerte ejército francés se prevé que la insurrección triunfe antes en Escandinavia, Bélgica u Holanda. En la primera vuelta de las presidenciales el Frente Nacional queda en primer lugar y es segunda la Fraternidad Musulmana. François palpa entre sus compañeros de facultad, la preocupación, están atemorizados. Uno de ellos le aconseja que abra una cuenta en un banco inglés y que busque un refugio en provincias. Su amante, Myriam, una alumna suya judía, veintitantos años más joven que él, le cuenta que sus padres han comprado un billete para Tel Aviv pero que ella quiere quedarse en Francia.

            Cierran las universidades hasta nuevo aviso. Los candidatos dan ruedas de prensa, pero no debaten. Marine Le Pen, recia y racial, Mohammed Ben Abbes, irónico y tranquilo, con voz acariciadora. François Hollande, en su segundo periodo presidencial, permanece mudo. El Frente Nacional convoca una gran manifestación, tras la cual se producen graves incidentes. En la mañana de la segunda vuelta, François abandona París en dirección al Sudoeste, sin un sitio concreto adonde ir, atemorizado por la guerra civil en ciernes. Al menos, Myriam tiene Israel donde refugiarse con sus padres. En camino, topa con una gasolinera asaltada, la cajera tendida sobre un charco de sangre, en el parking de camiones dos magrebíes muertos, uno de ellos con un fusil ametrallador en las manos. Sin gasolina, no le queda otra que parar en el primer pueblo, Martel, en la Dordogne. En la habitación de un hotel vacío, los canales de televisión ofrecen pantallas pixeladas, tampoco hay conexión a Internet. El pueblo está vacío, pero consigue entrar en un bar donde la gente se apiña ante la BBC News, aunque no entiendan lo que dice. Parece que Manual Valls ha suspendido el proceso electoral por los múltiples asaltos a las urnas.

            A una semana de la nueva convocatoria, las fuerzas republicanas deciden dar su apoyo a Mohammed Ben Abbes. Pactan, Ben Abbes es generoso, les ofrece ministerios, él se reserva la educación. En Martel conoce a un alto cargo del servicio de inteligencia. Ben Abbes, le cuenta, no va contra los católicos, desprecia a los terroristas, la educación le interesa a como medio para llevar a la población cristiana hacia el islam. Le aconseja que haga una visita a la Madona Negra de Rocamadour. Ahí acabará de comprender la fuerza del movimiento musulmán, aquello que Francia ha perdido, que tuvo en otro tiempo, la espiritualidad medieval, el culto románico a la Virgen. Ben Abbes, vacunado por su antirracismo constitutivo, devolverá al pueblo el valor tradicional, tranquilizador, de la religión, con un perfume exótico que lo hará más deseable, con la restauración de la familia, de la moral tradicional y el patriarcado, lo que no pueden ofrecer la derecha o el Frente Nacional sin verse calificados de reaccionarios o incluso de fascistas por las momias sesentayochistas, se ganará la voluntad de las gentes. Tras las explicaciones de su amigo, François comprende cuál es el plan de Ben Abbes, convertirse en el primer presidente votado por la población de Europa. Ben Abbes, que lee a Augusto, que quiere reconstruir la Europa de Roma, pero bajo una espiritualidad diferente, pretende incorporar a la vieja Europa las masas de Turquía y Marruecos, de Egipto y Túnez.

            Cuando François vuelve a París se encuentra con una carta en que se le dice que ha de optar. Acepta el retiro de la universidad a cambio de una generosa pensión. En la calle empieza a notar los cambios, las mujeres han dejado las faldas por los pantalones, las camisetas cortas por holgadas blusas, en los centros comerciales cierran algunas tiendas y abren otras, en los barrios desciende la violencia. El presidente sorprende a todos con el anuncio de la superación del capitalismo y el comunismo con el distributismo, algo así como el impulso de la economía familiar frente a las grandes corporaciones. Se otorgan generosos subsidios a las familias lo que hace que las mujeres dejen de trabajar, el paro decaiga rápidamente y se eliminan las subvenciones a las grandes empresas. En el ambiente, promovida por algunos sociólogos, prende la idea de una vuelta al matrimonio concertado en lugar del matrimonio por amor como solución al problema demográfico. Paralelamente el protagonista, abandonado por las mujeres, sólo en su apartamento, se siente cada vez más aislado, con una vida sin objeto, sus fuerzas de resistencia a la muerte cada vez más debilitadas.

            Pero en el momento en que la vida de François parece que se encamina hacia la insignificancia o hacia la desaparición recibe una propuesta insospechada, el director de Gallimard le propone la edición de la obra de Joris-Karl Huysmans en la Pléiade, Huysmans, el decadentista que según Barbey d’Aurevilly sólo tenía una elección suicidarse o convertirse, se convirtió al catolicismo y se retiró a un monasterio benedictino. François asiste a una recepción en la universidad con un jeque saudí que es quien ahora financia la Sorbona. Todo son hombres, conoce al rector de la Universidad Islámica de la Sorbona, aún más importante, éste le invita a su casa, un palacio neogótico que fue vivienda de Jean Paulan, y donde la amante de este escribió Histoire d’O. Una sorpresa tras otra le espera en esa exquisita mansión, le recibe un mayordomo, atisba a una muchacha de quince años, luego a una mujer en los cuarenta que sirve las exquisiteces, antes de que aparezca Robert Rediger en persona y le muestre el lujo y la civilización. Rediger le propone que vuelva a la universidad, con un generoso acuerdo financiero y la oferta tácita de la vida que él mismo lleva, aunque también hay una condición implícita, la conversión al Islam. Es el momento culminante de la novela, Rediger explica cómo ha llegado hasta ahí, la decadencia de Europa –aunque según Toynbee las naciones no decaen, se suicidan-, la conversión, lo que se ofrece al hombre a cambio de la sumisión a Dios. El Islam es una religión alegre, le dice, para la que el mundo es una perfecta obra de Dios.

« C'est la soumission » dit doucement Rediger. « L'idée renversante et simple, jamais exprimée auparavant avec cette force, que le sommet du bonheur humain réside dans la soumission la plus absolue. C'est une idée que j'hésiterais à exposer devant mes coreligionnaires, qu'ils jugeraient peut-être blasphématoire, mais il y a pour moi un rapport entre l'absolue soumission de la femme à l'homme, telle que la décrit Histoire d'O, et la soumission de l'homme à Dieu, telle que l'envisage l'islam. Voyez-vous, poursuivit-il, l'islam accepte le monde, et il l'accepte dans son intégralité, il accepte le monde tel quel, pour parler comme Nietzsche. Le point de vue du bouddhisme est que le monde est dukkha – inadéquation, souffrance. Le christianisme lui-même manifeste de sérieuses réserves – Satan n'est-il pas qualifié de “prince de ce monde”? Pour l'islam au contraire la création divine est parfaite, c'est un chef-d'œuvre absolu. Qu'est-ce que le Coran au fond, sinon un immense poème mystique de louange ? De louange au Créateur, et de soumission à ses lois ».

            François, tras escribir el prefacio a la obra de Huysmans, despeja sus últimas dudas en otra recepción en la Sorbona. Habla de nuevo con Robert Rediger, que ha ido ascendiendo a ministro de Educación primero y después a ministro de Exteriores, una conversación que desde las alturas metafísicas se va decantando hacia lo que de verdad mueve a los hombres, aquello que realmente interesa a François, ¿de cuántas mujeres podrá disponer?, ¿podrá elegirlas?


            El libro de Michel Houellebecq está bien escrito, a mí me ha apasionado, lo que describe es ficción política pero es verosímil, “un futuro que no es seguro, pero sí plausible”, según Alain Finkielkraut. Creo que sus críticos deberían leer con atención el libro antes de cargárselo sin más.

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