jueves, 5 de febrero de 2015

Sobre Soumission

    

            La manera de hacer frente a una realidad que no nos gusta, que no entendemos o que nos da miedo no es negándola o dejando de hablar de ella. Hay muchos asuntos de los que no hablamos públicamente o lo hacemos tangencialmente o entre amigos, en conversaciones privadas que no comprometen, del desastre de la educación por ejemplo, de las consecuencias de la demografía a la baja, del envejecimiento de la población. De estos temas se ocupa la academia, la universidad con sus cautelas y jergas oscuras, sin que se conviertan en problemas reales para la población, que prefiere no saber y no preguntar sobre el futuro que le espera a este país, a ellos en su jubilación y a sus hijos, prefiere que los políticos no le digan la verdad a pesar de tener a todos ellos por mentirosos. Un caso paradigmático es el del político socialista griego Papandreu, a quien decirle al pueblo la verdad le costó su carrera política. Pero es que hay otro tipo de problemas de los que ni siquiera la academia se ocupa o lo hace muy sesgadamente y menos en las páginas de opinión y si lo hace, como digo, es para minimizarlos. 

            Tal el caso de la inmigración, y más en concreto de la inmigración musulmana, que por lógica, por contraste entre la explosiva demografía del norte de África y la menguante de Europa, es imparable e irá a más. ¿Cómo se puede sostener que una parte creciente de la población, la más joven, con fuerte creencia en su religión en contraste con el desapego hacia el catolicismo de la avejentada población indígena no es o no va a ser un problema? Los intelectuales y periodistas no se atreven a hablar de ello en periódicos y tertulias por temor a suscitar el desprecio de sus colegas o a que simplemente les llamen fachas. Quizá sólo a través de la novela, tan susceptible de ser interpretada en muchas direcciones, pueda plantearse un tema como ese. Es lo que hace Michel Houellebecq en su libro con gran coraje. El Islam frente a las sociedades secularizadas europeas supone un reto, una forma alternativa de organizarlas, una forma diferente de concebir la vida pública, no sólo el papel que se otorga a la mujer en ellas, la vuelta al patriarcado, la idea de libertad individual, también las alianzas, la vida internacional. No podemos ser ciegos a esa realidad cada vez más poderosa. Cómo no pensar que hay ahí un problema. Enfrentarla, debatirla, en abrir el camino hacia el modo de encontrar soluciones.

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