lunes, 22 de diciembre de 2014

Al morir Don Quijote


            Se cumplirán este año que viene los cuatrocientos años de la primera impresión de la segunda parte de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha. Para celebrarlo, Andrés Trapiello acaba de publicar la segunda de sus aventuras cervantinas, El final de Sancho Panza y otras suertes, y para celebrarlo yo me voy a la primera que publicara el escritor leonés en 2004, Al morir don Quijote, que a su vez celebraba el nacimiento de Don Quijote.

Saca a pasear Andrés Trapiello en esta novela a los personajes cervantinos tal como los dejó nuestro primer escritor al cerrar el segundo de los tomos dedicados al ingenioso hidalgo. El cura y el barbero, el ama y la sobrina de don Quijote, Sancho y Sansón Carrasco, los duques, Ginés de Pasamonte y muchos más. Aunque la peripecia principal la centra en Sansón Carrasco, Sancho y la sobrina del caballero andante. A algunos personajes les hace salir del pueblo manchego, cuyo nombre seguimos sin conocer, emulando las aventuras del hidalgo, a otros los trae a él. A quien Cervantes no dio nombre Trapiello se lo da, Antonia es la sobrina, Quiteria el ama y Cebadón el mozo, por ejemplo,  y del mismo modo que en la novela cervantina los personajes de ficción se tropezaban con los de carne y hueso, aquí también aquellos salen a la busca del propio Cervantes para socorrerlo en sus necesidades, aunque no dan con él pues como Don Quijote ya ha muerto, aunque sí con el impresor madrileño y con las mujeres del escritor, Catalina, Constanza e Isabel. También pone en danza Trapiello a otros quijotes que recorrían los lugares citados en el original buscando su fama para trasformarla en ganancia.

La novela se lee de corrido y da mucho placer ver la huella cervantina, la glosa de episodios famosos del Quijote que los personajes recuerdan o comentan o han leído en el primer volumen que ha aparecido o porque han vivido los episodios del segundo que dicen ha de aparecer, así como el aire de la época, la cadencia del español de entonces, el riquísimo léxico y construcción sintáctica y a los mismos personajes de Cervantes que Andrés Trapiello ha sabido devolver a la vida y a la muerte, tan veraces como si el propio Cervantes estuviese aun tras ellos. Trapiello es fiel a Cervantes pero también se toma licencias dando nueva vida a esos personajes que descubren enamoramientos insospechados o habilidades que no aparecían en el original cervantino, por ejemplo cuando Sancho se pone a leer sus propias aventuras, o personalidades torcidas como el mozo Cebadón o el escribano Alonso De Mal. Algunos adquieren vuelo y complejidad como Sancho de quien nadie se burla o heredan el espíritu aventurero de Don Quijote, tal el caso de Sansón Carrasco o del ama Quiteria que confiesa haber estado enamorada del hidalgo y sale a vivir su propia aventura. La novela acaba donde parece que ha de comenzar esta última que Trapiello acaba de publicar, El final de Sancho Panza y otras suertes, embarcando a los personajes cervantinos hacia América. Una de las maravillas de esta novela es cómo el autor ha sabido fundir aquel español de Cervantes con el que hoy hablamos y escribimos sin que nada chirríe, al contrario, actualizando palabras y frases que enriquecen nuestro idioma. Ah, y para leer este libro no hace falta haber leído el de Cervantes, aunque es probable que si no se ha leído al lector le entren ganas de acometer la lectura del primer Don Quijote.


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