martes, 18 de noviembre de 2014

Vacas, cerdos, guerras y brujas, de Marvin Harris


            ¿Por qué a los pueblos semitas se les prohíbe comer carne de cerdo? ¿Por qué la vaca es un animal sagrado para los hindúes? ¿Por qué se produjo el furor anti brujas a finales de la Edad Media y comienzos de la moderna en Europa? ¿Qué movía o mueve a la gente a poner su fe en mesías? ¿Por qué ciertas culturas son tan belicosas?
            Las explicaciones de Marvin Harris (MH) sobre periodos históricos, pueblos primitivos o formas de vida son sugestivas y plausibles. No acepta explicaciones que den crédito a lo irracional, a los tabúes religiosos, a las formas de conciencia diferentes, a cosmologías no occidentales. Debajo de cada enigma cultural hay condiciones materiales que lo hacen posible y lo pueden explicar, detrás de cada manifestación cultural decisiva hay una adaptación al medio, la mejor posible, la más eficiente. Esta es la pregunta, ¿cuáles son las causas materiales que se ocultan tras la aparente irracionalidad de los estilos de vida de las diversas formaciones culturales?

            Por ejemplo, en la sacralización de las vacas por los hindúes, según MH, hay un significado económico. Ese tipo de vaca –la vaca cebú, seca y estéril- es muy valiosa para un agricultor pobre en un contexto de sequía y escaseces periódicas, en un ecosistema con bajo consumo de energía con poco margen para el despilfarro. Además de para tracción, los bueyes, su boñiga sirve como fertilizante, combustible para cocinar y para recubrir el suelo del hogar, además de utilizar su carne y cuero, a escondidas, cuando muere, para venderlo a los intocables, a los cristianos o a los musulmanes. “El sacrificio masivo de ganado vacuno bajo la presión del hambre constituiría una amenaza mayor para el bienestar colectivo” que su sacrificio. “El amor a las vacas… protege al agricultor contra el cálculo, sólo racional a corto plazo”. “El valor calórico de lo que ha comido un animal (en EE UU ¾ de las tierras cultivadas se dedica al alimento del ganado) siempre es mucho mayor que el valor calórico de su cuerpo”, por lo que en el contexto hindú hay más calorías disponibles consumiendo directamente plantas. Además la vaca cebú no compite con el hombre en su alimentación porque devora desperdicios. Es pues, un sistema energéticamente eficiente: 17% en la India, donde nada se desperdicia, frente al 4% en el despilfarrador EEUU. Esta visión panglosiana de eficiencia energética de MH ha sido puesta en cuestión. Cada año sobran en la India varios millones de cabezas de ganado vacuno para su sacrificio y cuya carne se pone a la venta para los no hindúes. ¿No puede la India buscar otros sistemas que proporcionen más calorías y una vida mejor a sus masas de pobres?

            ¿Dónde reside el enigma del cerdo en Oriente Medio? ¿Hay una base naturalista de la prohibición: es perjudicial para la salud –triquinosis- o su fundamento es económico? Sin embargo, hay animales que ocasionan más problemas de salud que los cerdos. Es una razón de eficiencia económica, según MH: la cría de cerdos amenazaría la integridad del ecosistema natural –aridez y sequía- y cultural de Oriente Medio. Los cerdos son competidores del hombre en el tipo de alimentación, frente a ovejas y cabras que no lo son. Sin embargo, si la prohibición fuese una mera adaptación ecológica el paso del tiempo tendría algo que decir.

            La propensión judía a poner la fe en mesías militares vengativos para enfrentarse a imperios superiores, ya fuesen egipcios, asirios, babilonios o romanos, se debía a la creencia, indemostrable, de que podían vencerles. No vencieron, pero podían haberlo hecho, dice Marvin Harris. La rebelión continua durante 180 años contra los romanos era una adaptación al colonialismo, no una consecuencia del mesianismo. El propio Jesús era uno más de esos mesías guerreros. Vivió en el momento de mayor virulencia de la lucha contra los romanos y su destino no pudo separarse de los muchos mesías guerrilleros que se enfrentaron a los romanos. Su posterior conversión en un mesías pacífico se produjo en el contexto de la derrota de los judíos y la destrucción de Jerusalén en el año 70 dc. Pablo, un judío cosmopolita de origen sirio, con ciudadanía romana, fue quien produjo ese giro. Los evangelios, los Hechos de los Apóstoles están llenos de referencias y apoyos a dicha interpretación y Santiago, “el hermano del Señor”, jefe de la comuna de Jerusalén en los primeros tiempos del cristianismo, el mayor ejemplo para mantener el espíritu de Jesús como mesías guerrero, en contraposición a Pablo y a los judíos cristianos que vivían en Roma, que se estaban adaptando a la nueva situación, la victoria romana y la caída de Jerusalén.

            Cómo explicar el estado de guerra continuo de los Yanomamo contra sus vecinos, ¿para capturar mujeres? MH dice que hay una explicación mejor, inician la guerra cuando se han comido el bosque –los animales- y les faltan proteínas. La guerra para ellos es una competencia brutal por la caza y los territorios. Los varones son preparados para la guerra, las mujeres para la cobardía. La mujer raptada tras la guerra es la recompensa para los guerreros, pero el elemento clave es la alimentación.

            ¿Por qué en unos pueblos domina la reciprocidad y en otros la redistribución? Es una cuestión de disponibilidad de recursos. Entre los bosquimanos lo que un hombre ha cazado se reparte entre todos y se rebaja su valor porque nadie es más que nadie y para cazar no más de lo que se necesita para mantener el equilibrio con el entorno. Incluso en aquellas sociedades en las que predomina el potlatch, los grandes banquetes derivan de la necesidad de una redistribución que asegure la vida de la región. El prestigio alcanzado por el gran hombre que ejecuta el potlatch es una consecuencia. El mito del cargo en Nueva Guinea, la idea de que ha de llegar un gran cargamento de bienes en un buque o en un avión enviado por los antepasados, tiene una explicación igualmente material, la de participar de las riquezas de los blancos a la que los nativos tienen derecho por su trabajo.

            Quizá la explicación más discutible sea la de ver la gran obsesión contra las brujas de finales de la Edad Media y comienzos de la Moderna como una creación de las autoridades religiosas para controlar a las masas depauperadas ante los cambios económicos que se estaban produciendo, el ocaso del feudalismo y el surgimiento del comercio y los mercados, y su consecuencia la agitación militar mesiánica (flagelantes, husitas, los campesinos de Thomas Muntzer, anabaptistas, voluntarios de Cromwell) contra el monopolio de poder y riqueza de las clases altas. Una explicación que se acerca a las teorías conspiranoicas de la historia. La inquisición no fue creada para combatir a las brujas, dice MH, no era sólo un sistema represivo -500.000 muertes entre los siglos XIII y XVII-, sino una organización para crear esa locura anti brujas, para hacer verosímil la brujería, para manipular las conciencias: “Los pobres llegaron a creer que eran víctimas de brujas y diablos en vez de príncipes y papas”, desplazando así la responsabilidad de la crisis.

            MH privilegia la explicación material sobre cualquier otra y las pruebas que aduce son ejemplos concretos, casos particulares, sin ofrecer datos cuantitativos que permitan una explicación general. Si el materialismo es el hilo que unifica, la explicación privilegiada para tan diversos enigmas en el comportamiento humano en diversas etapas históricas, el libro adolece de un cierto didactismo que acaba en una reconvención moral: “La expansión de la objetividad científica en el dominio de los enigmas de los estilos de vida como imperativo moral”. A esa conclusión llega tras su último estudio sobre Las enseñanzas de Don Juan, de Castaneda. Estudio que le sirve para criticar acerbamente al movimiento contracultural de los setenta –tan próximo al mundo de la brujería, pero ahora como “fuente respetable de excitación”- y que serviría igual para criticar el relativismo multicultural que le siguió. MH afirma que Castaneda/Don Juan no esclarece nada, sino que la “realidad aparte” de Don Juan no es extraña a los pueblos occidentales. “Es totalmente imposible subvertir el conocimiento objetivo sin subvertir la base de los juicios morales”. “La conciencia solo se cambia alterando las condiciones materiales de ésta”.


            MH publicó su libro en 1974, demasiado distante en un tiempo en que la metodología se ha afinado tanto, estrechando los límites de lo que se considera disciplina científica, más teniendo en cuenta la falta de paradigma que unifique la antropología. Rigor científico que MH pedía pero no muchos de los actuales etnólogos que se conforman con que la antropología se considere un difuso saber humanístico. Se han criticado sus análisis por privilegiar una explicación –la adaptación ecológica- sobre otras, así como la imprecisa definición de conceptos como adaptación o eficiencia energética o que diera el protagonismo al ecosistema o al grupo por encima del individuo, cuando la selección natural opera sobre éste y no sobre aquellos. Pero MH abrió la mente de una generación, mostrando posibilidades que se nos escapan por encima de lo que parece evidente. Si MH viviera aceptaría las críticas que se han hecho de sus estudios, porque, frente a la antropología posmoderna y al multiculturalismo, establecía una relación estrecha entre el conocimiento objetivo y cierto y los valores morales.

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