lunes, 24 de noviembre de 2014

Donde hay agravio no hay celos, en el Pavón (CNTC)


           La versión de Helena Pimenta de la obra de Rojas Zorrilla, Donde hay agravios no hay celos, en el Pavón (CNTC) si peca de alguna cosa es de exceso, de llevar las cosas más allá de lo que el texto permitiría en una versión estrictamente clásica. Eso tiene su lado positivo y su lado negativo. Es una versión vivaz, divertida y, creo, el público se lo pasa bien y ríe mucho. ¿Por qué excesiva? Los actores hacen volar al texto, sobre todo en la primera parte, se mueven con mucha soltura en el escenario, bailan, se agitan, a veces cantan, dicen el texto muy bien, con muy buena dicción, pero tan rápido que cuesta seguirles y a pesar de la concentración máxima es difícil captar todos los versos, que es lo que uno desea en una obra clásica. Es una opción válida por parte de la directora porque de ese modo se acorta el tiempo de representación, que aún así dura casi dos horas, y por otro lado ayuda al dinamismo, a la sucesión de escenas sin sosiego. Por el lado negativo, se pierde como digo, el sentido del texto, el español tan fresco y rico de Rojas Zorrilla, una sorpresa muy agradable para quienes no estamos familiarizados con él. Exceso también en el subrayado de los elementos de comedia, y hay muchos, que en manos de Helena Pimenta se convierten es farsa, exceso porque lleva al espectador a una interpretación cómica de ideas que en la época no lo eran: el sentido del honor, el papel de la mujer, el machismo. Y hace bien la directora, porque hoy no se entendería que una mujer forzada perdonase tan fácilmente a su ofensor o que el hermano de la mujer le echase en cara la violencia que ha sufrido o que todo se arreglase, al fin, con boda. Quizá, en el programa de mano debería figurar que hay una doble autoría del texto, la de Rojas junto a la de Helena Pimenta. Es una cuestión debatida, ¿hay que presentar a los clásicos tal como fueron escritos o hay que actualizarlos? Por ejemplo, ¿se atrevería alguien a traducir El Quijote al español actual? En el teatro eso está permitido, aunque es discutible.


            Los actores dicen muy bien el texto, pero, creo que algunos gritan demasiado, lo que les hace caricaturescos en vez de personajes, casi figuras de guiñol, es el problema de jugar a la farsa. La pantomima, los gestos exagerados, los movimientos de danza buscan la complicidad del público por encima del texto, buscándole una interpretación moderna lo que desnaturaliza el texto original. No lo critico pero me gustaría ver el mismo texto en una versión de época para ver como sonaba, cómo lo podía entender el público de entonces. Es un gran hallazgo el acordeón que durante casi toda la representación la acompaña, marcando el ritmo, la cadencia, los cambios, los interludios.

No hay comentarios: