jueves, 10 de abril de 2014

Con el agua al cuello, de PetroS Márkaris



            El comisario Kostas Jaritos tiene que hacer frente a un cuádruple crimen, dos banqueros griegos, otro inglés y un holandés que pertenece a una agencia de calificación. A todos les han cortado el cuello con una espada y cada vez el asesino ha dejado su marca, una D latina junto al cadáver. Al mismo tiempo que suceden los crímenes, anónimas manos pegan carteles en las calles de la ciudad animando a los ciudadanos a que no paguen sus deudas con los bancos. Cada uno de los crímenes sucede a lo largo de la novela Con el agua al cuello, mientras el autor nos muestra los estragos de la crisis en Grecia: negocios hundidos, familias arruinadas, préstamos fallidos, morosos. El comisario, ayudado por sus escasos ayudantes, dos hombres y una bella joven policía, intenta a ciegas dar caza al asesino o asesinos, presionado por sus superiores y en competencia con sus iguales, entre ellos el comisario de asuntos terroristas que quiere como él hacerse del caso. Jaritos recorre las calles de Atenas atestadas de tráfico a pesar de la crisis, pregunta a seguratas, quiosqueros y dependientas de mercerías en busca de algún indicio, hasta que descubre con ayuda del fiscal inusuales cobros de cincuenta mil euros en pagos de a diez mil en las cuentas de tres individuos, atletas retirados que en sus tiempos fueron suspendidos por dopaje. Hasta aquí puedo contar sin desvelar lo esencial, aunque en verdad la trama es simple y el desenlace no es de ningún modo inesperado. Al autor parece interesarle más hacer apuntes sobre la crisis y sus estragos que ahondar en la trama o dibujar personajes complejos.

            Petros Márkaris no se esfuerza en liar al lector en una trama llena de revueltas y sorpresas como sucede en otras novelas policíacas, tampoco en crear un comisario excéntricp, peculiar, con alguna sabiduría oculta o manías que lo muestren misterioso. Los personajes que le rodean tampoco tienen particularidades excepcionales. La esposa de Jaritos aficionada a los refranes y a la cocina, una hija abogada que busca trabajo, un yerno médico de la Seguridad Social. En esta novela de la serie del comisario Jaritos asistimos precisamente a la boda de la pareja, a los duros comienzos de una familia que desea independizarse. Todo gira en torno a la crisis, sus efectos, la mofa y el desdén hacia los europeos del norte, la bajada de sueldos y pagas extra y la ruina generalizada. El comisario y sus familia se solidarizan con sus hermanos del sur, italianos y españoles, como cuando tiene que dejar su viejo Mirafiori y comprar un nuevo coche opta por un Seat Ibiza, del mismo modo que cuando ven, la familia reunida ante la tele, la final del mundial de fútbol celebran la parada de Casillas ante Robben y el gol de Iniesta, porque desean que gane España ante Holanda.

            Sin embargo, aunque Márkaris es bienintencionado y compasivo, como literato es decepcionante. Como digo la trama es muy simple y lineal, ante los ojos del lector no se abre un abanico de posibilidades, lo que sucede es esperable, los personajes no tienen vueltas y los motivos que les mueven tanto a los buenos como a los asesinos no requieren de cursos de psicología o de sociología. Lo único destacable es la simpatía que el comisario muestra por el asesino con quien departe de forma amistosa y comprensiva. Supongo que su escritura plana y facilona es una opción del escritor, una especie de didactismo para lectores poco exigentes, porque Petros Márkaris es doctor en económicas, fue guionista de Theo Angelopoulos y traductor de grandes autores alemanes como Goethe, Bertolt Brecht o Thomas Bernhard. La novela forma parte de una trilogía sobre la crisis junto a Liquidación final y Pan, educación, libertad.

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