Vivir es fácil con los ojos cerrados ha sido considerada, en
votación de los Goya, como
mejor película del 2013, así como
también con mejor actor principal y mejor director. Se ve bien la historia que
cuenta además de inspirada en un hecho real, el maestro albaceteño, Antonio,
que enseña inglés a sus alumnos haciéndoles escribir y recitar las canciones de
los Beatles, en 1966, es atractiva. Mucho más si además en el viaje desde
Albacete a Almería, donde Antonio piensa encontrarse con John Lennon que está
allí rodando una película (de Richard Lester: Cómo gané la
guerra), para que le complete los huecos que le faltan en las
letras que él ha reconstruido de oído, porque los discos no llevaban las letras, recoge a dos chicos, una joven que huye de
una institución de acogida de solteras embarazadas y un adolescente que huye de
su casa familiar en Madrid porque su padre, un gris de la época, tiene mala
leche, se le escapa la mano de vez en cuando y no le permite llevar el pelo
largo. Los tres van en un coche que se avería con facilidad, que hay que empujar cuesta arriba y llevar al taller pero con un buenrrollismo muy peliculero. Otra road movie, pues, que le
sirve a David Trueba para recordar cómo era la España de la época: la España de la bomba de
Palomares, autoritaria, constreñida, todavía con la violencia permitida como
medio para educar a los chicos, las carreteras poco transitadas y media España que aún no puede actuar libremente ni expresar su
punto de vista diferente al de quienes mandan.
Como digo la peli está bien
hecha, aunque, claro, se nota la diferencia de presupuesto si se la compara con
las que se hacen en países próximos como Francia, Inglaterra e incluso Italia.
Javier Cámara está espléndido, naturalísimo, un enorme actor que va ganando con
el tiempo, muy bien también Ramón Fontserè y el resucitado Jorge Sanz, y los
demás, pues eso, cine español. Si alguien me lee pensará, dónde está el
reproche. En la concepción general de la peli, diría yo, una artificiosidad que
la recorre de principio a fin, como en el resto de las películas de este
director y de otros muchos españoles. Personajes y hechos ya vistos otras veces,
ya clasificados, donde todas las piececitas han de cuadrar, todo esperable, un
mundo bicolor, sin sorpresas, curas violentos, guardias con tricornios, tiernos perdedores y personas de una bondad infinita. Incluso hay varios personajes catalanes sobre los
que la mirada siempre es positiva, por si acaso. Comparada con Nebraska, que acabo de ver y comentar,
parece haber una diferencia insalvable, la derivada de los prejuicios, aunque
sean positivos, del conformismo y de las ideas que ya conocemos y asumimos. Un
poco de sorpresa y novedad, un poco de mala leche y un poco de realismo sucio, por
favor, ya estoy cansado de personajes buenones y portadores de ideas
inmaculadas en el cine español. Que miren Nebraska
y que confíen en la madurez del público español. Aunque, repito, la peli está bien contada y Trueba sabe hacer cine, pero yo le pido más.
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