martes, 10 de diciembre de 2013

Prisioneros


            Se produce un secuestro de dos niñas del vecindario, una blanca y otra negra. Las sospechas sobre el secuestrador también se centran en alguien del barrio. Enseguida se traman dos líneas de investigación, una llevada por un policía persistente y obsesivo que tiene fama de haber resuelto todos sus casos, la otra por el padre de la niña blanca, igualmente obsesivo. El primero respeta las normas, aunque se ve atenazado por la falta de medios; el segundo, que ha inculcado en sus hijos los conceptos de seguridad y defensa y que tiene en el sótano de su casa un almacén de supervivencia, está dispuesto a utilizar cualquier medio con tal de dar con el paradero de su hija. Avanzada la película la trama se complica algo con secuestros de niños, peligrosos sexuales, falsos culpables y la doble cara de las intuiciones.

            La película es un montaje en paralelo de esas dos tramas y de sus métodos, también de su alcance moral. Lo de menos es, desde mi punto de vista, la resolución del caso, dónde están las niñas, quién ha sido, lo importante es lo que les sucede a policía y padre, qué hacen, cómo trastornan su medio, a las personas con las que viven, hasta dónde están dispuestos a llegar. El director, Denis Villeneuve, aporta cosas que no se han visto en otros thrillers, lo que sucede en una familia golpeada por la violencia, más allá del trastorno psíquico, una situación que revoluciona sus valores. El lenguaje es el de la intriga, muy bien llevada a pesar de sus 150 minutos, aunque creo que cualquier tema ha de poder desarrollarse en los convencionales 90 minutos. Habría que penalizar de algún modo a los directores que los sobrepasen.

            Aunque los dos actores principales, Hugh Jackman como padre obsesivo y Jake Gyllenhaal como policía, están bien, tendrían que controlar su habitual defecto de sobreactuación. Se ve que la contención es difícil de aprender.

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