jueves, 19 de septiembre de 2013

19 (Optimismo)

         
          Sigo numerando, por si acaso. Los días son magníficos, las mañanas algo frescas, pero las tardes son esas tardes que uno quisiera que se prolongaran indefinidamente. Corre una pequeña brisa que no molesta, ni siquiera cuando viene de frente a la bici. Estoy en forma, la bici vuela, hago los recorridos en menor tiempo que durante el resto del año. Me paro delante de algún castillo –la provincia de Valladolid, tierra de castillos, los hay por doquier-, o delante de una iglesia singular, como con la que me topé ayer, en Arroyo de la Encomienda, de la que nadie me había hablado. Fotografío con la mala cámara de mi viejo Nokia y sigo adelante con mi bici recién reparada. En los campos los rastrojos y la paja y los animales que burbujean, crías que salen del nido o de la madriguera, que zigzaguean en la carretera, cuervos enormes y águilas y búhos en el tendido. La burocracia sigue su curso y envía una carta a la dirección de mi instituto, sin tener en cuenta mi aplazamiento, diciendo que a tal fecha dejo de ser profesor. Me encuentro muy a gusto en el aula, como pocas veces, hay alumnos buenos y no tan buenos, pero tengo la maestría, la que el tiempo me ha dado. Es un derroche que tantos buenos profes se vayan antes de tiempo. Sin embargo, tengo un reproche, lo difícil que es hacer amigos por aquí. No sé si es la tierra o es mi carácter o es el haber llegado a estos pagos tan tarde, cuando a esta edad todo el mundo tiene el traje puesto, el uniforme. Tiempos buenos a pesar de todo, como si este fin de verano se aproximase a la primavera y no al otoño. No sé si va a calar el optimismo con tantos problemas como se acumulan, pero necesitamos tenerlo para tomar impulso y que la cosa marche otra vez.

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