
El director
coreano Park Chan-wook ha creado una peli originalísima, cuyo objetivo es
presentar formas bellas, paisajes, personas, sucesos, decorados, ambientes, música
puestos en escena para producir encanto o placer. La historia, a medio camino
entre el terror y el thriller, parece secundaria, al servicio de la belleza
formal. No hay reflexión sobre las personalidades patológicas que aparecen, no
se nos explica su comportamiento extraño, no hay debate moral, aunque en el
espectador a lo largo de la peli el desasosiego va creciendo. Los tres actores
principales, Mia Wasikowska, Matthew Goode y Nicole Kidman, jóvenes y hermosos,
distantes y eróticos, dan vida a personajes por los que no sabemos qué sentir, con
quien no podemos identificarnos. Porque lo que ha tratado el director es
fabricar un artefacto formalmente bello, sin importarle el trasfondo de la
historia o trascendencia alguna. Lo cual tiene su riesgo porque muchos podrían
calificar a la peli de banal, de intrascendente, y quizá lo sea, pero de lo que
no hay duda es de la belleza conseguida. Todo está perfectamente cuidado, el
encuadre, la interpretación, la banda sonora. A destacar la recuperación de Sumerwine, el clásico de Lee Hazelwood & Nancy Sinatra, de 1967.
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