
Las dos
nuevas entregas dirigidas por J.J. Abrams, el de la serie Perdidos, Star
Trek (2009) y Star Trek: En la oscuridad (2013), a cambio de perder
complejidad en el guión, ofrecen puro entretenimiento, acción, situaciones límites
resueltas en el último milisegundo y tecnología, tecnología de ciencia ficción
en forma de efectos especiales, cuya verosimilitud queda fuera del alcance de la
platea, no porque no se pueda entender, sino porque no da tiempo a detenerse en
ella. Con ello, creo, pierde parte del atractivo que tenían las antiguas entregas
que ofrecían una tesis futurista o una intriga sobre el cosmos o la humanidad y
se queda en una peli más de acción, muy convencional con un decorado de efectos
digitales, muy al estilo de la Guerra
de las Galaxias. Resumiendo, mucho espectáculo frente a poca imaginación.
La peli, a
tono con las angustias de nuestra época, comienza con un acto terrorista que
hace saltar por los aires el centro de Londres, sigue con la persecución hacia
un planeta deshabitado del hombre que ha provocado el acto de terror y luego,
en un giro de guión que ya no puede sorprender a nadie porque lo hemos visto
otras veces –en la saga de Hannibal Lecter, por ejemplo- el capitán Kirk pacta con
el terrorista perseguido para enfrentarse a fuerzas superiormente malignas. A
partir de ahí lo que sigue es mucho disparo tipo video juego, armas de
destrucción masiva, situaciones de peligro extremo, etcétera, etcétera. Y por
el medio, para condimentarlo, tensiones de amistad y animadversión entre los
protagonistas, testosterona y algo de amor y sexo. En fin, nada extraordinario,
pero entretenido.
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