lunes, 8 de abril de 2013

En la casa



            En el inicio hay un aula de secundaria, una clase de literatura, un profesor entrado en años y un alumno de dieciséis años. El resto de los alumnos no destaca por hacer frases mínimamente correctas o significativas, el chico que se sienta en la última fila, sí. Presenta una redacción que saca al profesor de la rutina de aburridas y horrendas redacciones: el sujeto es la casa de un compañero suyo. A partir de ese momento la casa y su interior, el compañero, el padre y la madre, se convierten en la obsesión del chico y sus sucesivas redacciones en el objeto de mayor interés del profesor. A todo eso se va añadiendo un contexto en el que emergen los personajes: el chico es guapo, serio, intrigante, inquietante; no tiene madre y se ocupa de un padre que está en silla de ruedas. El profesor vive con su mujer que es la encargada de una galería de arte, con plazo fijo para encontrar una solución a la ruina inminente del arte contemporáneo. No tienen hijos. Con ella comenta las redacciones del muchacho. En la casa del amigo las cosas tampoco van muy bien. Para ambos, para profesor y alumno, se convierte en prototipo de familia burguesa en trance de autodestrucción.

            El chico, con la excusa de ayudar a su amigo con los problemas de mates, consigue entrar en la casa para tener mayor información. Pero entrar supone también actuar. En realidad el chico como narrador se convierte en el primer personaje de la trama, es lo que él hace y cómo lo hace lo que interesa al espectador. Se superponen planos de interés. El profesor está interesado en la construcción de la historia, sus aspectos formales y la estructura de lo que se va contando, o eso es lo que parece o lo que él admite, aunque su mujer le dice que en realidad ve al chico como al hijo que no ha tenido. Saber qué quiere el chico es una incógnita y en eso puede residir la mayor atracción de la peli, su turbia personalidad: qué quiere, ¿escribir bien, dominar al profesor, burlarse de él, superarlo, convertir en objetos de experimentación a los miembros de la familia de su amigo, hacer de ellos cosas sin un fin claro? El amigo, al que no aprecia, al que considera muy inferior y que incluso en un momento ve cerca del suicidio. El padre al que ve como un infeliz fracasado, ejemplar típico de la clase media, cuyas ilusiones iniciales se desmoronan y cuya infelicidad arrastra a toda la familia. La madre, objeto principal de su interés, a la que seduce, pero que le apena por su impotencia, por su aburrimiento, por su inanidad.

            No es una historia diferente de la que contaba Pasolini en Teorema y otras pelis después. François Ozon basándose en una obra de Juan Mayorga la hace más accesible, actualizándola, aunque quizá con una estructura demasiado teatral, buscando efectos, como ocurre con el último tramo, cuando se busca un final, efectivo desde el punto de vista teatral o literario, menos realista, caricaturesco, aunque no en el plano final, que ahí sí que acierta de pleno. Pero es una gran película, de las que te inquietan mientras la ves, que te hacen removerte en el asiento, de las que hacen pensar tras acabar de verla.

La delicadezaOtra peli francesa: La delicadeza. La protagonista pierde en un accidente al hombre que quiere, recién casados. Le cuesta superarlo, se encierra dentro de sí, de su trabajo, al que se entrega. Su jefe, un hombre casado, va detrás de ella, pero ella no está por la labor, hasta piensa que puede haber elementos de acoso. Por fin, sin buscarlo, aparece un compañero de trabajo, un sueco. Un hombre delicado, tímido. Quedan para cenar, se envían mensajes, no parece que pueda haber algo más. De eso va la peli, de una relación con poco futuro, que se va enredando. No me ha entusiasmado, no da la impresión que haya mucho feeling entre los dos actores. Al principio se ve con agrado, pero el desarrollo es bastante soso.

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