En el
inicio hay un aula de secundaria, una clase de literatura, un profesor entrado
en años y un alumno de dieciséis años. El resto de los alumnos no destaca por
hacer frases mínimamente correctas o significativas, el chico que se sienta en
la última fila, sí. Presenta una redacción que saca al profesor de la rutina de
aburridas y horrendas redacciones: el sujeto es la casa de un compañero suyo. A
partir de ese momento la casa y su interior, el compañero, el padre y la madre,
se convierten en la obsesión del chico y sus sucesivas redacciones en el objeto
de mayor interés del profesor. A todo eso se va añadiendo un contexto en el que
emergen los personajes: el chico es guapo, serio, intrigante, inquietante; no
tiene madre y se ocupa de un padre que está en silla de ruedas. El profesor
vive con su mujer que es la encargada de una galería de arte, con plazo fijo
para encontrar una solución a la ruina inminente del arte contemporáneo. No
tienen hijos. Con ella comenta las redacciones del muchacho. En la casa del
amigo las cosas tampoco van muy bien. Para ambos, para profesor y alumno, se
convierte en prototipo de familia burguesa en trance de autodestrucción.
El chico,
con la excusa de ayudar a su amigo con los problemas de mates, consigue entrar
en la casa para tener mayor información. Pero entrar supone también actuar. En
realidad el chico como narrador se convierte en el primer personaje de la trama,
es lo que él hace y cómo lo hace lo que interesa al espectador. Se superponen
planos de interés. El profesor está interesado en la construcción de la
historia, sus aspectos formales y la estructura de lo que se va contando, o eso
es lo que parece o lo que él admite, aunque su mujer le dice que en realidad ve
al chico como al hijo que no ha tenido. Saber qué quiere el chico es una incógnita
y en eso puede residir la mayor atracción de la peli, su turbia personalidad: qué
quiere, ¿escribir bien, dominar al profesor, burlarse de él, superarlo,
convertir en objetos de experimentación a los miembros de la familia de su
amigo, hacer de ellos cosas sin un fin claro? El amigo, al que no aprecia, al
que considera muy inferior y que incluso en un momento ve cerca del suicidio. El
padre al que ve como un infeliz fracasado, ejemplar típico de la clase media,
cuyas ilusiones iniciales se desmoronan y cuya infelicidad arrastra a toda la
familia. La madre, objeto principal de su interés, a la que seduce, pero que le
apena por su impotencia, por su aburrimiento, por su inanidad.
No es una
historia diferente de la que contaba Pasolini en Teorema y otras pelis
después. François Ozon basándose en una obra de Juan Mayorga la hace más
accesible, actualizándola, aunque quizá con una estructura demasiado teatral,
buscando efectos, como ocurre con el último tramo, cuando se busca un final,
efectivo desde el punto de vista teatral o literario, menos realista,
caricaturesco, aunque no en el plano final, que ahí sí que acierta de pleno. Pero
es una gran película, de las que te inquietan mientras la ves, que te hacen
removerte en el asiento, de las que hacen pensar tras acabar de verla.
Otra peli francesa: La delicadeza. La protagonista pierde en un accidente al hombre que quiere, recién casados. Le cuesta superarlo, se encierra dentro de sí, de su trabajo, al que se entrega. Su jefe, un hombre casado, va detrás de ella, pero ella no está por la labor, hasta piensa que puede haber elementos de acoso. Por fin, sin buscarlo, aparece un compañero de trabajo, un sueco. Un hombre delicado, tímido. Quedan para cenar, se envían mensajes, no parece que pueda haber algo más. De eso va la peli, de una relación con poco futuro, que se va enredando. No me ha entusiasmado, no da la impresión que haya mucho feeling entre los dos actores. Al principio se ve con agrado, pero el desarrollo es bastante soso.

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