Ver las películas en casa tiene
la ventaja de que si no te gustan puedes dejarlas a medio ver y tirarlas sin
mala conciencia a la papelera. Pero hay películas que sólo se pueden ver en el
cine por su gran formato o por la producción o por las expectativas generadas. Por
lo menos es lo que a mí me ocurre. Cuando hay una peli de la que espero mucho
voy al cine y si supongo que es de medio pelo la veo en la pequeña pantalla de
casa. A algunas les doy el privilegio de verlas dos veces, una en gran pantalla
y otras en pequeña.
Tenía grandes esperanzas con Anna Karenina, llevaba varias semanas esperándola, pero han sido
defraudadas. Se me ha hecho larga. Creo que revisitar los clásicos es algo que cada generación debe
hacer, al menos una vez. Y la obra de Tolstói es un clásico. ¿Qué falla en esta
versión? No acabo de entender qué necesidad tenían los creadores de presentar
la acción o, mejor, la exhibición de grandes sentimientos y pasiones alrededor
de un gran teatro: platea, escenario, andamiaje y todo lo demás. ¿Quizá, al
modo brechtiano, una manera de distanciar al espectador de esos grandes
sentimientos? No tiene mucho sentido, creo yo, porque el cine es identificación
y más cuando se trata de mostrar las grandes pasiones románticas, sea el amor,
el odio, el resentimiento o la desesperación. Además, eso serviría para un público
avezado que conoce la historia, que sabe qué supusieron en su momento Anna
Karenina, Madame Bovary o la
Regenta , pero no para el público juvenil para quien últimamente
se hacen las películas. ¿Qué sentido tiene exponer ardientes pasiones románticas
en una escenografía anti-romántica? Esta película pedía una actualización del
clásico, una puesta al día, pero no esa teatralización absurda que no añade
nada. Al contrario, enfría la recepción, distancia, aburre. Quizá haya sido
idea del adaptador, Tom Stoppard; si es así demuestra que su genio ya no es lo
que era.
Tampoco ayudan los actores,
imbuidos de la idea de que están representando, ellos también jugando a
distanciar. Cansan las muecas y los gestitos de Keira Knightley o Aaron Jonson como
insufrible Vronski y todos los demás haciendo su personaje con un guiño a la
pantalla. Uno de los pocos que se salvan es el creíble Jude Law como el marido,
Karenin, de la protagonista. Hasta la música parece una parodia de la música de
la época. Teatralizar, llevar a los personajes más allá de la humanidad,
convertirlos en iconos, símbolos, en héroes o figuras recortables que encarnan
ideas, es algo que está al alcance de pocos y requiere mucha sabiduría, cosa
que no aparece en esta peli. La humanidad, la vida que nos concierne está
ausente y por tanto no sirve como actualización de los temas que expuso Tolstói.
Creo yo.
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