Cuando se
habla de la posible secesión de Cataluña se merodea el asunto principal. Cómo
no va a tener importancia el respeto de la ley y el balance y
consecuencias de la ruptura. Cualquiera tiene derecho a asomarse al abismo y precipitarse en él si
es su voluntad. Incluso un pueblo entero como hace no mucho lo hemos visto en
los pueblos de la antigua Yugoslavia: muchos murieron antes de conseguir el
sueño de la independencia, algunos por propia voluntad buscando la gloria,
otros sacrificados en el altar de la
Patria , torturados, violentados, masacrados, y otros muchos sin
comerlo ni beberlo, porque estaban allí. Los supervivientes de aquellos días viven en el oprobio, la indignidad y la miseria, esperando ser rescatados por Europa, este territorio en el que se han disuelto los pueblos y se están difuminando los estados. Los que se ofrecieron como lideres
de la patria, escondidos, condenados o esperando en una cárcel. ¿Quién de todos
ellos ha alcanzado la gloria?
No, ese no
es el asunto principal en Cataluña. Claro que existen los miles que se
manifestaron el once de septiembre y los que levantaron la cartulina roja o
amarilla en el Campo Nou durante el Barça Madrid, algunos seguramente
arrastrados por la emoción del instante, otros porque no podían no hacerlo,
¿quién iba a atreverse a no hacerlo? El asunto principal en el tema de la
secesión es el de los otros miles que no la quieren o que no saben que no la quieren porque nadie se
lo dice o porque los que podrían decírselo se niegan a hacerlo. La mitad de Cataluña o
más no quiere la secesión pero no puede abrir la boca porque las teles no son
suyas, ni las radios, ni los periódicos, ni las calles, ni una mínima tribuna. No
pueden porque no son dueños de nada, no de su lengua vista como extranjera, ni
de su cultura considerada de bajo vuelo, ni de sus costumbres consideradas
impropias; no pueden porque no quieren que les llamen lerrouxistas como el otro
día llamó Artur Mas al representante del exiguo Ciutadans, o que les llamen
fachas o que les digan vete a tu país aunque hayan nacido en Cataluña. No
pueden porque nadie, excepto el exiguo Ciutadans intenta incluirlos, elevarlos
hasta la dignidad de ser considerados ciudadanos en igualdad de condiciones.
Cómo no
podría convocarse un referéndum sobre si mantenerse o no dentro de España.
Claro que sí, un referéndum democrático, con reglas estrictas y con libertad de
opinión y acceso a los altavoces públicos durante la campaña. Pero me temo que de momento ese referéndum no es posible. En la calle de Cataluña pasa como en al Camp Nou, quién se
atreverá a dejar de levantar las cartulinas amarillas y rojas. Democracia
significa igualdad de condiciones y esos miles de catalanes no encuentran quién
los defienda.
Asombra la
ceguera de los intelectuales catalanes que van a recibir en la plaza de Sant Jaume a Mas tras su visita con el presidente Rajoy, genuflexos, inundados de
emoción, emulando al poeta Karadzic, incapaces de ver la trascendencia de su
gesto. Como asombra la incapacidad de los dirigentes del PSC de incluir a la
masa disminuida de sus votantes en la vida de Cataluña, al contrario, espanta
su colaboración en integrarlos en el círculo mayoritario de la población convertida
en masa explotada, disminuida, desagregada. En Cataluña hoy el problema no es de independencia, sino de democracia.


2 comentarios:
El primer paràgraf és un dels màxims assoliments de la tàctica de la por per intentar evitar l'inevitable. ¿O serà que no hi ha raons positives per quedar-se en el mateix vaixell que Espanya?
En el segon i tercer paràgraf proclames el poder dels qui callen. Massa tard. Des de l'endemà de la darrera diada que el PP s'ha atorgat aquest privilegi. ¿Saps quin és el problema? Que entre els que callen n'hi ha molts que tampoc volen acabar com Grècia. De fet, entre els que callen hi ha tanta pluralitat de raons que intentar apujar-los al teu carro em sembla simplement el darrer subterfugi dels unionistes. Un subterfugi que no apel·la massa a la capacitat democràtica de la població, es clar. Però, de fet, ¿a qui li interessa senzillament saber si una part d'Espanya vol deixar de ser espanyola? Només pensar en això deu ser inconcebible, a part que anticonstitucional.
¿No és netament democràtic deixar que la gent voti el que sigui, fins i tot quan això significa separar-se de tu? Molts estem cansats d'un cert tipus de polítics, però no de la política. Aquest cansament, el no expressar-se políticament, és (etimològicament) d'idiotes. I a Espanya també cada cop més gent s'adona que si no fas tu la política, algú altre te la fa.
Joan, que te hayas tomado la molestia de escribir respondiendo a mi punto de vista indica que te importa conocer lo que opina quien no está de acuerdo con tus tesis. Es decir, con gente como tú es posible el diálogo. Espero que después de la tensión de estos días, quienes dirigen a un lado y otro del Ebro se pongan manos a la obra.
Tienes razón, el miedo está ahí. Cómo no tenerlo después de lo sucedido en el siglo XX. ¿Por qué el miedo no habría de servir para frenar el aventurerismo?
Si existen razones o no para seguir viviendo juntos se ha de discutir en libertad, en igualdad de condiciones, como digo. Y hay, deberías convenir conmigo en ello, que hay una parte de catalanes que no están representados en la casta de poder, entre los forjadores de opinión y que si alguien se atreve se la masacra. ¿Cómo trata la élite catalana a los disidentes? Siega la hierba bajo ellos antes de que tome cuerpo. Nombres: Jiménez Losantos, Amando de Miguel. Boadella. Arcadi Espada. ¡Vade retro!
Estoy a favor de un referéndum, cómo no, pero como digo estableciendo unas normas precisas como las que estableció el Tribunal Supremo de Canadá con respecto a Quebec y tras un periodo de libre debate donde todas las opiniones, en los mass media catalanes puedan ser expuestas con respeto. Es decir, tras un periodo en el que lo emocional abandone la esfera pública. Un referendum democrático no uno por aclamación como en el Camp Nou.
Ah, muy importante, en el que cada cual hable por sí mismo -yo- en lugar del coercitivo nosotros.
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