La extrema tensión que vive el Estado Español es
consecuencia del juego a que se ha acostumbrado en su trato con el
nacionalismo. Así ha sido desde que éste tomó cuerpo a mediados del siglo XIX.
Ahora ha llegado a su clímax. El juego consiste en el reparto del poder y de
sus beneficios entre las élites centralistas y las periféricas. El gran error
del sistema autonómico consistió en haber creado nuevas élites extractivas, en
la afortunada expresión de Cesar Molinas, por todo el espacio peninsular.
Cabe
preguntarse si esta vez el envite ha ido demasiado lejos. Es posible que en su
afán por asentarse como líder nacionalista pospujolista Artur Mas se haya
convertido en aprendiz de brujo, que llegado el momento no sea capaz de cerrar
la caja tras haber hecho caso a algunos de sus consejeros áulicos con fama de
maquiavélicos -Agustí Colomines, por ejemplo, identificando su voluntad de poder con soberanía nacional, haciendo ver que su deseo de omnipotencia en Cataluña recoge el deseo del pueblo y de la historia. La separación de Cataluña sería
un desastre en todos los aspectos económico, político, sentimental. Mucha
gente está asustada. Por eso es posible que no suceda, que una vez más no se produzca la secesión, pero ¿a qué precio? De hecho, parte de la élite político mediática ha aceptado el envite y está dispuesta a cualquier cosa con
tal de que no suceda. Esas son las expectativas de siempre de los
nacionalistas, la táctica que les ha dado tantos réditos, que el chantaje surta efecto. Los valedores de pactos ya están trabajando en formar opinión para que las cosas vuelvan a su cauce, aunque en
las formas que los nacionalistas desean, dando por hecho que no puede ser de otro modo.
Y eso es lo
que va a ocurrir. Al final, se nos presentará una solución aceptable, las
élites político financieras y mediáticas llegarán un acuerdo en el que las
centralistas cederán parte de su poder y beneficios asociados y las
nacionalistas catalano vascas verán ampliado el suyo. Javier Arenas ya se ha puesto a trabajar. El problema será que el resto
de nuevas élites surgidas desde la transición también querrán su parte y eso
tras la crisis no va a poder ser. Será difícil si no imposible satisfacer todas
las apetencias. Por ahí puede descarrilar el tren. En todo caso, está claro
quiénes van a ser los perdedores. Quienes lo vienen siendo en Cataluña desde el inicio de la transición, parte de la clase media y la clase baja en general. Las élites
extractivas necesitarán más recursos para crear sus estructuras cuasi estatales y
para colocar a los suyos, cuando los recursos han disminuido tanto. No habrá
otra opción que ajustar mucho más las clavijas con mayores impuestos y bajada
de salarios y pensiones y recolocando al personal, unos lo perderán en favor de otros. Y los perdedores absolutos de este nuevo y extremado
juego van a ser los que ahora están ciegos porque tienen la conciencia tomada,
los inmigrantes e hijos, nuevos y antiguos de Cataluña. Aunque luego, a no tardar, como
tras los sucesivos estatutos, la frustración, real e inducida, proporcionará
nuevas ocasiones para agitar el fantasma de la independencia y dar un paso más en la tensión buscando el límite, el juego de nunca acabar.
Lo más decepciónante
es que esta crisis no servirá –tal como van las cosas- para hacer las reformas que el país necesita. Como ha demostrado Nigel Ferguson en Civilización y Daron Acemoglu en ¿Por qué fracasan las naciones? la prosperidad de un país está relacionada con
la estructura administrativa y política.
Lo único que hacen nuestros políticos es poner parches y reproducir las condiciones de su poder. La crisis económica y política será otra ocasión perdida. Y el reparto de poder de las élites redundará en mayor desigualdad entre ciudadanos, a favor de los privilegios que otorga el dominio del BOE o del DOG."Las sociedades fracasan cuando no tienen instituciones que proporcionan incentivos, inversión e innovación y una situación en la que la mayoría de los ciudadanos pueda desarrollar su talento. Las instituciones extractoras no están ahí por error: han sido diseñadas por aquellos que tienen el poder para su beneficio, para aferrarse a ese poder y continuar extrayendo recursos del resto de la sociedad en su propio beneficio".


3 comentarios:
Malgrat aquests titulars incendiaris, la situació no canviarà, perquè als polítics espanyols no els interessa. Quina ganes de violència verbal!
Estic d'acord amb la darrera citació: la política espanyola fracassa a Catalunya perquè no proporciona incentius, inversió i innovació. Quan les caixes estaven plenes, pocs es queixaven, però en una situació com l'actual, les regles del joc o s'adapten, o continuar jugant és massa arriscat.
Algun dia, en lloc de mirar Catalunya, giraràs els ulls cap Espanya i veuràs com no s'ha jugat net amb ningú (no només amb Catalunya) i que voler no formar part d'aquesta partida és una opció, com a mínim, respectable.
Permíteme, Joan, que te lo diga en modo metafórico, eres, o te comportas, como un síntoma. Un síntoma de la enfermedad catalana, asumiendo "catalán" como metonimia. Una parte de la sociedad se considera como totalidad de esa sociedad a la que transmuta en Nación. ¿En qué consiste la enfermedad? Es una especie de ceguera voluntaria, prefiere no ver la realidad. Por eso no entras de lleno en el núcleo de mi argumentación: el nuevo reparto de la magra riqueza que pretende la élite que se disfraza de "Nación". En ese reparto un parte importantísima de la sociedad va a quedar, si nadie lo remedia, excluida. Es decir, y resumiendo, optar por la Nación independiente, es optar por un sistema predemocrático de reparto, privilegiados frente a excluidos. Para mi, el valor más importante de la democracia es la igualdad de oportunidades, eso es lo que ha ido cercenando la clase política catalana desde la transición. También lo hacen el resto de las élites aunque lo disimulan mejor. Creo que la Unión Europea, cuando consiga la plena unidad política y económica irá en el sentido de mayor igualdad. Al contrario, el troceamiento redunda en nuevas élites, privilegios y desigualdad. Lo siento, no puedo acompañarte en tu sueño irracional.
Aunque, hay un atibo de esperanza: te preocupa mi opinión, hay una duda en ti, no estás confinado del todo en la esfera perfecta de la Nación.
¿Per què creus, Toni, que Espanya vol ser Nació i Estat, sinó perquè creu que així defèn millor els seus interessos? Potser que els estats europeus deixessin de ser-ho per formar part d'una única Europa... Però no. Això té el perill del totalitarisme. Saps que al segle XX és quan més estats del món s'han creat. Una cosa és la globalització i l'altra és voler desaparèixer del mapa. Que aberrants són els altres nacionalismes per als qui només accepteu els nacionalismes "intrínsecament superiors" com l'espanyol...
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