A falta de
imaginación por el lado de la trama, donde los malos son una y otra vez malvados
traficantes de drogas, los guionistas ensayan por el lado de personalidades psicológicamente
extrañas, singulares, llamativas. De ser héroes en los comienzos del cine, detectives y policías hace tiempo
que se fueron deslizando hacia el antiheroísmo, lindando cada vez más con los márgenes
de la legalidad, arrimándose a la frontera de la delincuencia que deben
combatir.
En El
irlandés (The Guard) se combinan las tres cosas: una trama bastante convencional;
malvados con personalidades procaces o estrambóticas, excepto la de uno de
ellos que llama la atención por ser un estricto profesional de la delincuencia,
capaces de corromper a los altos mandos de la policía, como de ellos se espera;
y un policía –el irlandés del título-, lo más interesante de la peli, con una
personalidad que deja descolocado a cualquiera que le trate. Un enviado del FBI
- Don Cheadle, que pasa bastante desapercibido-, su
compañero en busca de los malos, llega a decir de él que no sabe si es un listo estúpido
o un tonto inteligente. Solitario, borrachuzo, putero, traficante de armas para el IRA, que no tiene miedo a
probar lo que sea, con una madre a punto de morir, Brendan Gleeson compone un
tipo algo desastrado, entre pasota y cínico, que no cree en nada, un punto Torrente, pero que
llegado el momento adopta la actitud propia de llanero solitario listo para
salvar al mundo.
Peli, la de
este irlandés, John Michael McDonagh, que se ve bien, con una sonrisa en la
boca, con las palmas listas para reclamar a Gleeson, aunque sin despertar del
todo de la modorra que por culpa del calor impera estos días.

2 comentarios:
La vi ayer, me encantó.
Petó
Me alegro Susana de que te haya gustado.
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