jueves, 10 de mayo de 2012

Severina


             "Me fijé en ella la primera vez que entró,  y desde entonces sospeché que era una ladrona,  aunque esa vez no se llevó nada.
            Los lunes por la tarde solía haber lecturas  de poesía en La Entretenida, el negocio que habíamos abierto recientemente un grupo de amigos aficionados a los libros. No teníamos nada  mejor que hacer y estábamos cansados de pagar  precios demasiado altos por libros escogidos por  y para otros, como le ocurre a la llamada gente  rara en las ciudades provincianas. (Cosas mucho  peores pasan aquí, pero no es de eso de lo que  quiero hablar ahora.) En fin, para acabar con este  malestar, abrimos nuestra propia tienda".


            Lo primero que sobresalta -un auténtica sorpresa- es lo bien escrita que está. Después de leer a tantos latinos –escritores a caballo fronterizo- esta vuelta a las frases bien medidas, a las palabras tan bien escogidas, a un ritmo tan adecuado a lo que va sucediendo es una gozada. Un inesperado estilo clásico que hasta en la península es difícil de encontrar. La historia en más convencional, pero leída desde el punto de vista en que se narra no lo parece tanto. Habla de una mujer misteriosa y guapa -las dos cosas tienen que ir a la par- que se presenta en la librería del protagonista narrador con una peculiaridad, es una ladrona de libros. Es tanto el atractivo que la mujer desprende que el librero narrador deja hacer –que le robe libros- con tal de que la presa no se le escape. Porque todo enamorado piensa que en el proceso da caza a la amada, cuando probablemente es al revés, que el enamorado es el cazado. Y así es, en este caso al menos.

            Si la mujer es misteriosa, por fuerza ha de ir y venir y desaparecer de tanto en tanto, y estar rodeada de gente extraña o inesperada -¿un padre, un marido, un abuelo?-, con lo que aumenta la desazón del librero, que por más que investigue y busque no conseguirá más que añadir opacidad al mundo inabordable de su presa e inquietud y desasosiego a su búsqueda. “Imposible ser sabio y al mismo tiempo amar”, reconoce el librero cuando acierta a definir su enamoramiento como delirio, pero ¿quién es capaz de huir de las mieles que el amor promete? Cuando por fin se brinde la ocasión de aproximarse a su amada, su vida se complicará aunque el acepte gozoso los inconvenientes que el cambio impondrá a su rutinaria vida. Dejará su trabajo, se desprenderá de sus ahorros, se endeudará, emprenderá acciones que nunca haría en su sano juicio.

            Severina es una novela corta, unas pocas páginas por encima de cien, pero, como digo, muy bien escrita y dosificada, de esas novelas que te piden que llegues pronto al final, bien es verdad que tiene dos partes, de misterio y suspense la primera -lectura dinámica, apasionante-, como ocurre con cualquier enamoramiento, y de descompresión y un cierto desengaño en la parte final -lectura más trabada-, cuando el misterio se desvela y la maravilla prometida se vierte en las rutinas del mundo real.


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