En general,
cerca de la muerte, los viejos se vuelven lúcidos, aunque no en todos los
casos.
Ara Güler,fotógrafo armenio, fijó la Estambul
de los años sesenta y setenta en fotos que le dieron tanta fama como para que le
llamasen El Ojo de Estambul.
“¡Qué me importa que me llamen el ojo de nada! Yo no soy el
ojo de Estambul, soy periodista, no un ojo”.
Dice que todas
las fotos que cuelgan de las paredes de su casa le gustan, porque son suyas.
“No, yo no soy así. Lo que pasa es que tengo 86 años y digo
lo que me da la gana”.
“Tienes suerte de que sea armenio [le regaña a su
entrevistadora por su acento en turco], nosotros éramos comerciantes en el
Impero Otomano, por eso teníamos que hablar muchos idiomas”.
“El
Estambul real es el antiguo. El actual es una copia de América. Los turcos no
entienden nada. Están copiando los edificios americanos cuando tienen su propia
arquitectura, su propia civilización, el Imperio Otomano. Y no lo están usando.
En mis fotos no verás un rascacielos”.
“La
fotografía es un tipo de documentación que refleja el tiempo en el que vivimos.
Y con el equipo técnico adecuado podemos transmitir esa realidad al siglo que
viene. Somos historiadores visuales”.
“El arte es
algo que cambia el mundo. Mira esta foto. Esta foto no es arte, no es ni
siquiera buena, y el mundo seguiría siendo igual sin ella. Sin embargo, el
mundo no se entendería sin Cézanne, Renoir o Mozart. Solo ha habido cinco
fotógrafos buenos, como Cartier-Bresson, o Ansel Adams, todos muertos y ninguno
turco. Yo sacaba fotos porque tenía una cámara”.
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