Por fin una peli que muestra la realidad como suele ser: la
vida mezclada con la enfermedad y con la muerte, gente que camina por la calle
arrastrando sus miserias, con la cuenta atrás puesta en el rostro; entre ellos un
padre incapaz de dominar, entender, ayudar a sus hijas, las hijas y sus amigos
hablando un lenguaje repelente, gritón, callejero; hombres y mujeres asaltados
por el deseo, plegados a él, irresponsables, incapaces de asumir consecuencias,
pero a punto de las lágrimas cuando se les descubre y tienen que afrontar los
costes. Bueno, ese es el contexto de verosimilitud. Claro que junto a todo eso,
y como en toda comedia que se precie, hay la parte jacarandosa: Hawai y su
música, sus playas, una costa paradisíaca, y también la parte singular y
fantástica: una familia rica –numerosa, excéntrica simpática- heredera de un
trozo de costa virgen a punto de caramelo especulativo, con el ay en el cuerpo,
coger el dinero de éste o aquel para convertirla en gran negocio o dejarla tal
como está para disfrute de la buena conciencia ecológica. Ah, y la posibilidad de venganza. Todo ello
para que el encantado espectador vaya pasando de las lágrimas a las sonrisas, de
la pesadumbre a la sorpresa, se relama con la posibilidad de que al personaje
negativo le den en el morro, y vuelva otra vez a las lágrimas cuando, al final,
todo el mundo a coro entone la canción de la bondad universal. Eso es una
comedia.
George
Clooney es guapo, ¿quién no lo sabe? Es un abogado muy ocupado y con dinero más
que suficiente, dos hijas y una mujer. ¿Podría alguien pensar que con ese
hombre una mujer podría no tener atendidos todos sus deseos? El guionista ha
pensado que sí. Así que escribe una historia en la que la mujer en busca de
emociones fuertes tiene un accidente con una lancha motora y queda en coma.
Comienza la película. El abogado sale de su despacho y se topa con la vida
real. Las hijas, una pequeña mal criada, otra, adolescente con problemas y la
vida alternativa que llevaba su mujer. Esto es lo que se puede contar, para lo
demás hay que pagar la entrada.
Añadamos a
eso buenos actores, un Clonney que a medida que madura físicamente también lo
hace como actor, las espléndidas chicas - Shailene Woodley-, grandes actores
secundarios -Beau Bridges-, buena música, secuencias bien medidas, con pequeños
golpes de efecto. Alexander Payne -A propósito de Schmidt, Entre copas-
progresa adecuadamente. Una peli para pasar un buen rato, para reconocerse, al
menos al principio, entre los personajes que aparecen en pantalla, para dar
rienda suelta a las pequeñas emociones de las que no nos avergonzamos en
público. Como todo peli tiene trampas, al fin y al cabo en eso consiste el arte
en armar del mejor modo posible los artilugios de que se dispone para hacer
caer en la trampa al espectador ingenuo que somos todos y hacerle disfrutar,
pero está tan bien hecha, es tan redonda que los que no la vean se habrán
perdido una de las mejores pelis de los últimos tiempos.
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