domingo, 29 de enero de 2012

J. Edgar


            La última peli de Clint Eastwood es un biopic sobre el que fue director del FBI. No he disfrutado con ella. Se me ha hecho larga, demasiado, hasta el punto del aburrimiento en su último tercio, creo que es una peli fallida. Quizá por un problema de indefinición en la fase del guión. Eastwood tenía un personaje importante -J. Edgar Hoover sobrevivió en el cargo a siete presidentes, alguno de los cuales intentó destituirlo, y en él se mantuvo hasta su muerte en 1972-, parte de la historia de EE UU, pues, tenía una biografía con rasgos obsesivos, un caso patológico de ambición, de gusto por el mando, un policía de época, entregado a la persecución de los malos sin tregua, y tenía un asunto de interés psicosocial, la homosexualidad, en el momento justo en que estaba saliendo de la intimidad para invadir, como reclamación de un derecho, el espacio público, pasando de ser considerada como enfermedad a una de las formas de la normalidad. 

           La peli podía haber optado por un repaso vivo, dinámico, a varias décadas de la historia de EE UU en el siglo XX, al modo del Rigtime de Doctorow, con la lucha contra el crimen como hilo, como a ratos parece querer hacer, y en parte lo consigue con episodios como el del secuestro del bebé del aviador Lindberg, y en otros sólo esboza y frustra la expectativa, como cuando se refiere a los Kennedy o a Nixon o a los dosieres confidenciales, pues no ahonda lo suficiente. Podía haberse extendido en la pasión del personaje por el orden y la seguridad del pueblo americano, persiguiendo a los radicales comunistas como denomina a Emma Goldmann o Martin Luther King, o como cuando se fotografía en primera línea junto a los atracadores de bancos detenidos. O bien podía haber optado por dramatizar la historia de amor con su ayudante de la que solo esboza algunos episodios, como una discusión violenta en un apartamento de hotel que acaba en un beso frustrado o muestra algunas pinceladas de su agobiada personalidad, la relación con una madre castradora, la petición en matrimonio a una mujer a la que acaba de conocer, que no explican suficientemente, que no conforman un conjunto explicativo. Se intuye qué quiere decir, que su pasión por el cargo –no tenía otra vida que su trabajo- oculta la negrura de su inseguridad interior, la pasión amorosa aplastada por las convenciones de la época, pero nada se cuenta de modo acabado, todo queda en un aire de indefinición.

              Sin embargo, la película está bien manufacturada, Clint Eastwood tiene oficio, hay, cómo no, buenos actores, Di Caprio, Naomi Watts, Judi Dench, aunque no está bien resuelto el asunto del maquillaje, cuando los actores se desdoblan en jóvenes y viejos –hace daño ver a Armie Hammer, el ayudante de Hoover, transformado. Está más lograda  la ambientación, el paso casi insensible del blanco y negro, al claroscuro matizado, al color, según va cambiando la época, el paso del tiempo en el siglo XX. Pero, lo dicho, no hay manera de emocionarse con esta peli.

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