
Han pasado quince días desde la última carta, las dos están
inquietas, no tienen noticias. Jenny lo imagina corriendo en el barro de las
trincheras “sin mirar siquiera al suelo por miedo a toparse con el espanto de
una cabeza insepulta”. Hasta que viene una mujer a traerles noticias. La mujer,
con una gabardina de color amarillo y un sombrero negro de plumas, falda gris
de alpaca y botas cubiertas de barro, procede de Wealdstone, “una mancha
suburbana que afea cinco kilómetros de campiña, cerca de Londres”. “Margaret no
sólo vive allí, sino que pertenece a aquel lugar”. Les informa que Cris ha
vuelto y que está herido en un hospital. No acabarán ahí las sorpresas que les
trae esta mujer de mediana edad que aparece “como una lámpara ennegrecida de
humo por un uso descuidado pero cuyo aceite aun desprende luz al consumirse”.
Es difícil encontrar ahora a alguien que escriba con esta
sensibilidad, deudora quizá del psicologismo de la época, pero inimitable en su
capacidad para la introspección, para descifrar en los gestos y en los detalles
que rodean a los personajes la hondura de su carácter.
La novela comienza y acaba en la habitación de Oliver el
niño muerto de Kitty y Chris. Jenny, la narradora lo recuerda y la describe;
Kitty, la hermosa Kitty, sólo va a esa habitación cuando la criada le peina el
cabello después de lavárselo porque es la habitación más soleada de la casa.
3 comentarios:
Me lo apunto, hacía tiempo que lo leía una critica tan hermosa.
Petó
Ya ves qué cosa curiosa, no estoy especialmente orgulloso de esta crítica, lo estoy más de otras. Lo que ocurre, quizá, es que a ti te interesa más el tema, el punto de vista femenino, historias con mujeres, etc., y por eso lo has visto con mejores ojos.
Sono capitato nel tuo blog per caso e devo dire che mi è piaciuto molto.
Tornerò a trovarti presto.
Ciao.
Publicar un comentario