miércoles, 4 de enero de 2012

El regreso del soldado, de Rebecca West


Dos mujeres en Baldry Court esperan impacientes el regreso del soldado, Chris, que está en algún lugar de Bélgica, en las trincheras de la Gran Guerra. Mientras tanto cuidan con esmero cada detalle de la mansión familiar y de ellas mismas. Kitty, la esposa de cabello dorado y suelto sobre los hombros, con chaqueta corta adornada con capullos de seda, “como la superficie bruñida que refleja la luz igual que un espejo que cuelga frente a una ventana”, se entretiene en su figura, y Jenny, prima de Christopher, la narradora, atenta a Kitty y a los detalles de la casa y sus objetos que se han de preservar para la llegada del soldado, admiradora de la belleza de Kitty y de Chris, del jardín “cuidado como unas manos de mujer”, de las cortinas de cretona y aceptando que nadie la retenga en su mirada más allá de un gesto de cortesía. Chris, con el ojo creador del artista y la ayuda de dos arquitectos, “había dado forma a aquel lugar entrañable hasta convertirlo en objeto propicio de innumerables fotografías en las revistas ilustradas”. La narradora se presenta como un personaje secundario, al que los demás no tienen en suficiente consideración.

Han pasado quince días desde la última carta, las dos están inquietas, no tienen noticias. Jenny lo imagina corriendo en el barro de las trincheras “sin mirar siquiera al suelo por miedo a toparse con el espanto de una cabeza insepulta”. Hasta que viene una mujer a traerles noticias. La mujer, con una gabardina de color amarillo y un sombrero negro de plumas, falda gris de alpaca y botas cubiertas de barro, procede de Wealdstone, “una mancha suburbana que afea cinco kilómetros de campiña, cerca de Londres”. “Margaret no sólo vive allí, sino que pertenece a aquel lugar”. Les informa que Cris ha vuelto y que está herido en un hospital. No acabarán ahí las sorpresas que les trae esta mujer de mediana edad que aparece “como una lámpara ennegrecida de humo por un uso descuidado pero cuyo aceite aun desprende luz al consumirse”.

Es difícil encontrar ahora a alguien que escriba con esta sensibilidad, deudora quizá del psicologismo de la época, pero inimitable en su capacidad para la introspección, para descifrar en los gestos y en los detalles que rodean a los personajes la hondura de su carácter.
La novela comienza y acaba en la habitación de Oliver el niño muerto de Kitty y Chris. Jenny, la narradora lo recuerda y la describe; Kitty, la hermosa Kitty, sólo va a esa habitación cuando la criada le peina el cabello después de lavárselo porque es la habitación más soleada de la casa.


3 comentarios:

Susana dijo...

Me lo apunto, hacía tiempo que lo leía una critica tan hermosa.

Petó

Toni Santillán dijo...

Ya ves qué cosa curiosa, no estoy especialmente orgulloso de esta crítica, lo estoy más de otras. Lo que ocurre, quizá, es que a ti te interesa más el tema, el punto de vista femenino, historias con mujeres, etc., y por eso lo has visto con mejores ojos.

Holyriver dijo...

Sono capitato nel tuo blog per caso e devo dire che mi è piaciuto molto.
Tornerò a trovarti presto.
Ciao.