martes, 29 de noviembre de 2011

Viejos y nuevos filósofos




Los intelectuales comunistas no han desaparecido, seguían enquistados en los claustros de enseñanza, en las revistas radicales y en las editoriales. Ahora vuelven con fuerza en los foros de Internet y en youtube. Algunos son mayores, aunque con bríos renovados, otros toman el relevo, sustituyendo las viejas pellizas por pantalones de piquillo y camisas abiertas. José Luis Pardo hace una nómina en un artículo reciente y burlón. Auque es injusto minusvalorando el papel que desempeñaron, y aún desempeñan, los “nuevos filósofos franceses”, como Lévy, Glucksmann y Finkielkraut para contraponerlos a estos “viejos filósofos franceses” comunistas. Ayudaron a definir los regímenes estalinistas del siglo XX, a situarlos en la historia, a hablar con claridad del gulag. Pardo sitúa, con razón, a la cabeza de estos renovados comunistas a Slavoj Zizek, “extraño caso de ‘filósofo francés’ nacido por error en Liubliana, para quien al régimen del mariscal Tito no deberíamos calificar como totalitario”. Así los define Pardo:
“¿Y cómo se puede ser comunista y sin embargo tan simpático?, se preguntarán ustedes. El truco principal consiste en que su comunismo no es de este mundo; no solo corren un tupido velo sobre su pasado, sino que se desmarcan de todo lo que el comunismo ha sido realmente: la Unión Soviética, el Gulag o la Revolución Cultural de Mao, liberándose así de cualquier contaminación con el bárbaro lodazal de la historia; reclaman, sin embargo, su derecho a conservar con orgullo las insignias de Lenin, de Che Guevara o de Pol Pot, nombres que para ellos no remiten a los comunistas así llamados en este mundo, sino a otros, del otro mundo posible, igual de famosos y heroicos pero convenientemente expurgados de sus crímenes y terrores y convertidos en emblemas de una Ética superior de valores eternos situada no solo más allá del capitalismo, sino también de la democracia formal y del Estado de bienestar, a los que consideran perversos, corrompidos e irreversiblemente fracasados. Y como este comunismo ideal carece de doctrina y de programa (no es más que una apelación a la solidaridad humana y a lo que tenemos en común), ¿quién podría temerlo o refutarlo?”. 
Zizek, como los renovados viejos filósofos, buscan al sujeto histórico perdido, que durante un tiempo creyeron encontrar en las luchas antirracistas, feministas y demás, ahora lo encuentran en el movimiento “ocupa Wall Street”, 15-M y parecidos. Leídos con atención los escritos de Zizek buscan la esencia en pequeñas historias, anécdotas, escenas de pelis y de dibujos animados, un pensamiento brillante, ingenioso, pero reductor, entregado a la inducción y lleno de eslóganes vistosos.
Los ocupas dice, 
“No son soñadores, son el despertar de un sueño que está convirtiéndose en una pesadilla. No destruyen nada, reaccionan ante la autodestrucción gradual del propio sistema. Todos conocemos la típica escena de dibujos animados: el gato llega al borde del precipicio, pero sigue andando, sin saber que ya no tiene suelo bajo los pies, y no se cae hasta que no mira hacia abajo y ve el abismo. Lo que están haciendo los manifestantes es recordar a quienes tienen el poder que deben mirar hacia abajo (…).A lo que hay que resistirse en esta etapa es precisamente a ese deseo de traducir rápidamente la energía de la protesta en una serie de demandas "pragmáticas" y "concretas". Es verdad que las protestas han creado un vacío: un vacío en el terreno de la ideología hegemónica, y hace falta tiempo para llenarlo como es debido, porque es un vacío cargado de contenido, una apertura para lo Nuevo.(…) No debemos olvidar que cualquier debate que se haga aquí y ahora seguirá siendo necesariamente un debate en el campo enemigo, y hará falta tiempo para desplegar el nuevo contenido. Todo lo que digamos ahora nos lo podrán quitar (recuperar); todo menos nuestro silencio. Este silencio, este rechazo al diálogo, a los abrazos, es nuestro "terrorismo", tan amenazador y siniestro como debe ser”. 
Por supesto hay cosas más interesantes que leer, por ejemplo la correspondencia entre Juan Benet y Carmen Martín Gaite que ahora se publica. Decía Benet que
“el arte literario aporta un saber específico que ni la ciencia ni ningún otro arte puede alcanzar”. 
Algo que por supuesto no encontraremos en los ingeniosos escritos de Slavoj Zizek.

No hay comentarios: