lunes, 28 de noviembre de 2011

Solar, de Ian McEwan


Un Nóbel mujeriego con tendencia a casarse con mujeres que no le convienen, convertido en burócrata de la ciencia, un centro británico especializado en la investigación de energías renovables, con profesores y becarios e intrigas, y el cambio climático como telón de fondo: fondos de inversión y políticos al acecho. Un becario que muere en torpes circunstancias, que deja una carpeta con sorprendentes ecuaciones sobre la viabilidad de una tecnología que copia la fotosíntesis como nueva e inagotable fuente de energía, un paleta que va a la cárcel sin ser culpable del crimen por el que se le condena, una mujer empeñada en quedar embarazada contra la opinión del Nóbel, un político que quiere llega a sir y que exige su parte del pastel en la revolución energética.

Solar, de Ian McEwan, juega con un montón de elementos para intrigarnos, informarnos y hacernos sonreír. Antes de ponerse a escribir se ha informado a conciencia. Es capaz de escribir sin abrumar al lector, haciendo que las cosas más complicadas parezcan fáciles. En el lado macro es capaz de manejar la evolución de la física por el lado de la luz y el desarrollo energético, por el lado micro, de describir tipos sociales con volumen, complejos, en contextos variados.

Divide la novela en tres grandes capítulos que abarcan las discusiones de la última década sobre el cambio climático. Cada etapa desarrolla un episodio significativo de la vida sentimental y social del premio Nóbel. El protagonista ha conseguido el Nóbel gracias a su aportación a la física en la llamada Combinación Beard-Einstein.
El tono es el de comedia satírica, un guiño inteligente al lector. Aunque debajo de cada sonrisa hay un problema macro o micro de difícil resolución, desde el calentamiento global a los hijos tenidos y no deseados. Todo confluye en una traca final.

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