miércoles, 12 de octubre de 2011

Por el Valle del Cerrato palentino



Antes de entrar en el valle del Cerrato palentino, hacemos una parada en Villafuerte. Es un pueblo sobre un cerro que tiene una buena panorámica sobre el valle del Esgueva. Hay una iglesia de origen románico, muy restaurada y desmejorada desde que la Diputación provincial se llevase para su palacio la armadura mudéjar. Destaca ahora la armonía de su portada. Muchas veces he pasado delante del castillo con la bici, pero no sospechaba que fuese tan interesante. Esta al cuidado de Javier, miembro de la Asociación de Amigos de los Castillos que lo está restaurando y que se ofrece amigablemente a explicar el proceso de restauración. Se conserva bastante bien el patio de armas, una dependencia bajo el antiguo granero que ahora sirve de recepción y la torre del Homenaje. Esta torre con cinco pisos impresiona por su hermosa factura, la escalera de caracol, las bóvedas de sillería o uno de los techo con vigas de olmo, conservadas desde 1470 que fue cuando un rico converso ennoblecido, Garci Franco de Toledo, lo mandó construir.


 A la salida, en un bar de la plaza, en la tele del fondo Rubalcaba departe con Rajoy, en este día del desfile del ejército con mayor tranquilidad de la que uno podría sospechar de dar crédito a los rifirrafes de la campaña en marcha.
El valle del Cerrato está en el sureste de la provincia de Palencia. Lo recorre la carretera y el río que le da nombre, aunque más que río es un arroyuelo, del que apenas se adivina el agua bajo el follaje. La carretera está vacía, apenas nos cruzamos con un camión lechero, los pueblos adormecidos y sus habitantes viejos, como si todo el valle se estuviera despidiendo.
Una guía hablaba maravilla de la ermita mozárabe de Hérmedes de Cerrato, sin embargo sólo a través de una mirilla de la puerta hemos podido ver el gran arco de herradura que se abre al altar de la Virgen. 

En Cevico Navero hemos visto la portada románica y una contraportada renacentista, pero no el artesonado mudéjar de la iglesia. Eran pasadas las dos y media de la tarde y no hemos querido molestar a quien podía dejarnos las llaves. Cevico Navero conserva de su antigua muralla medieval un par de puertas junto a su Calle Real, pero lo más llamativo es la montaña de yeso bajo la que se construyó el pueblo. Unas cuantas bodegas agujerearon la montaña, ahora se han convertido en un mesón lleno de recovecos donde están las mesas del comedor. Se come bien y a buen precio.


En Villaconancio llama la atención la cabecera de la iglesia de San Julián y Santa Basilisa, con doble ábside y con una restauración reciente que la ha dejado como una tarta de boda. A lo lejos, al otro lado del pueblo hay un roble centenario, uno de los poco que quedan tras la gran tala del valle en siglos pasados. Los vecinos lo llaman la mata.


Vertavillo debió ser en sus tiempos un pueblo importante, se nota en la traza de sus calles y algunas casas, en la hermosa iglesia, en las puertas de la muralla que aún quedan, en el hermoso rollo. Desde la Puerta del Postigo se divisa el valle dorado por la luz del atardecer. De vuelta a casa, cerca de Dueñas, nos paramos un momento para ver el lento y majestuoso ascenso de la luna iluminada y llena.

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