sábado, 14 de mayo de 2011

Identidad de género y guerra

Baile de los Soldados en Suresnes (1903) Derain
 Hacia 1900 el mundo se llenó de sufragistas. En 1908 en el Hyde Park londinense se reunió la mayor multitud que el mundo había conocido, más de medio millón de personas, casi todas mujeres. Reclamaban el sufragio femenino. No todas las mujeres que salían a la calle o ejecutaban actos violentos desde una ideología anarquista -asaltando el parlamento o atentando contra ministros-, querían lo mismo, el sufragio. Muchas querían un cambio social profundo que las igualase a los hombres o incluso, más allá, que se las liberase de las convenciones y funciones tradicionales del cuidado de los niños y del orden familiar. Algunas adoptaron poses escandalosas, reclamaron el aborto o comenzaron a vivir con otras mujeres.


Madeleine Pelletier se formó como antropóloga, pero cuando vió que los antropólogos de su tiempo se deicaban a la medición de los cráneos para determinar la inteligencia, por ejemplo Julius Möbius en su La inferioridad mental de la mujer (1900), la abandonó por la psiquiátra. Fue la primera médica que trabajó en un asilo para enfermos mentales. Llevaba el pelo corto, vestía trajes de hombre y sombrero hongo; era célibe. Como el resto de las sufragistas quería derechos políticos para las mujeres, pero ella fue más allá. Exigió el aborto libre, el control de la natalidad y cambios radicales en la educación de las niñas. Escribió varios libros de combate en la tradición de las letras francesas, antecedente, por ejemplo, de Simone de Beauvoir. Se implicó en muchas luchas de su época, anarquista primero, luego socialista y francmasona. Trabajó en la Cruz Roja durante la guerra. Se hizo comunista y se desengañó tras su viaje a la patria de la revolución. Sus contemporáneos vieron en sus acciones y proclamas un desafío a la identidad de género. Su autobiografía se tituló La femme vierge (1933). Pero como como no se conformó con predicar puso en práctica sus ideas sobre el aborto; fue detenida y encerrada en un asilo mental en 1939. Allí murió unos meses después.

Otto Weininger, cuando, en contra del consejo del doctor Freud, publicó Sexo y carácter (1903), lanzó una carga de profundidad contra el feminismo: "El judío real y la mujer real viven sólo como parte de su especie, no como individuos"; los dos eran corruptores y viles por naturaleza. El libro se convirtió en un éxito de ventas, aunque Weininger, judío él mismo y sexualmente enfermo, no pudo digerir sus contradicciones y se suicidó a los ventitrés años.

 El mundo de los hombres se sintió retado, su masculinidad puesta en duda y actuó con dureza, reprimiendo las manifestacioes, deteniendo a las mujeres escandalosas, golpeándolas, encarcelándolas. Nunca como hasta entonces los desfiles militares fueron más vistosos, los entorchados, hombreras, medallas y trajes más multicolores. Esos años anteriores a la primera guerra mundial se conocen como los de la carrera armamentística entre naciones. Si las causas de los hechos históricos son variadas, no habría que desdeñar la afimación masculina ante la identidad socavada como una de las principales cuando en 1914 los países europeos se declararon la guerra unos a otros.

El sufragio femenino sólo se iría extendiendo por el mundo después de la guerra. En Gran Bretaña en 1923, en España en 1931, en Francia en 1944.

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