miércoles, 2 de marzo de 2011
¡Fumar es de rebeldes!
Los paladines de la libertad han convertido la pelea contra la ley antitabaco en su gran causa. Los fumadores serían una especie de pueblo oprimido en busca de su liberación. A comienzos de los 80 asistí a una charla de Manuel Sacristán en la facultad de periodismo de Bellaterra. En el aula alargada, atiborrada de estudiantes revolucionarios, no cabía una calada más. Una nube alquitranada, oscura y apestosa, sobrevolaba las cabezas. De mitad de la sala para atrás era imposible distinguir al filósofo y a la corte que lo acompañaba. Entre carraspeos, toses y una tímida sonrisa sugirió que, quizá, en aquellas circunstancias, apagar el cigarrillo sería un acto revolucionario. Muy pocos se acogieron a semejante transgresión. En el espíritu de la época fumar formaba parte de la rebelión contra la autoridad. No recuerdo lo que Sacristán vino a contarnos, su voz quejosa apenas podía traspasar la espesa nube.
Ahora, aunque la protesta viene de todos los bandos, son los que se dicen liberales, para ocultar un avergonzado conservadurismo, los que más echan en cara a Zapatero su política liberticida. Hasta se organizan manifestaciones y cierre de bares y restaurantes, con nulo éxito, por cierto, hasta donde mi vista alcanza, para pedir la revocación de la ley. ¡Fumar es de rebeldes!
Ni en aquella época ni en esta, sin embargo, se piensa en los no fumadores, que somos la mayoría y que por fin, podemos alternar en bares, cafeterías y restaurantes sin estar tosiendo, carraspeando o frotándonos los ojos. Sin hablar de los enfermos crónicos del aparato respiratorio. Es mentira que los que están contra la ley defiendan la libertad, ni entonces era revolucionario fumar -o dejar de hacerlo- ni ahora los fumadores son unos rebeldes. Nadie les impide seguir fumando, tan sólo que nos echen el humo a la cara. Este es el mandamiento: Fuma donde no molestes ni contamines al prójimo.
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