miércoles, 9 de febrero de 2011

La liebre dorada


Tiene Silvina Ocampo un cuento titulado La liebre dorada con el que Claude Lanzmann inuagura su libro de memorias La liebre de la Patagonia. Lanzmann reduce el cuento a las primeras líneas: es brillante, genial.
En el seno de la tarde, el sol la iluminaba como un holocausto en las láminas de la historia sagrada. Todas las liebres no son iguales, Jacinto, y no era su pelaje, créeme, lo que la distinguía de las otras liebres, no eran sus ojos de tártaro ni la forma caprichosa de sus orejas; era algo que iba mucho más allá de lo que nosotros los hombres llamamos personalidad. Las innumerables transmigraciones que había sufrido su alma le enseñaron a volverse invisible o visible en los momentos señalados para la complicidad con Dios o con algunos ángeles atrevidos. Durante cinco minutos, a mediodía, siempre hacía un alto en el mismo lugar del campo; con las orejas erguidas escuchaba algo. 
El ruido ensordecedor de una catarata que ahuyenta los pájaros y el chisporroteo del incendio de un bosque, que aterra las bestias más temerarias, no hubieran dilatado tanto sus ojos; el antojadizo rumor del mundo que recordaba, poblado de animales prehistóricos, de templos que parecían árboles resecos, de guerras cuyas metas los guerreros alcanzaban cuando las metas ya eran otras, la volvían más caprichosa y más sagaz. Un día se detuvo, como de costumbre, a la hora en que el sol cae a pique sobre los árboles, sin permitirles dar sombra, y oyó ladridos, no de un perro, sino de muchos, que corrían enloquecidos por el campo. De un salto seco, la liebre cruzó el camino y comenzó a correr; los perros corrieron detrás de ella confusamente.
–¿Adónde vamos? –gritaba la liebre, con voz temblorosa, de relámpago.
–Al fin de tu vida –gritaban los perros con voces de perros.
Si se busca el original, tal como lo dejó la escritora argentina, el cuento es otra cosa, su fuerza se diluye, se convierte en amanerado, una imitación del barroquismo borgeano, pero lejos de la escritura fácil y fluida de Borges y de su riqueza conceptista.

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