En los setenta fueron comunes las películas donde un intruso llegaba a una familia y ponía en evidencia sus contradicciones e hipocresía, el doble juego de la moral burguesa, se decía, hasta destruirla. Teorema de Passolini fue quizá el mayor ejemplo de esa demolición. Es curioso que unas décadas después lo progresista sea lo contrario, armar guiones para consolidar la institución. Lo vimos en la juvenil Juno, por ejemplo y lo volvemos a ver en esta levísima candidata a los óscar, The Kids Are All Right.
Aquí el intruso en el donante de esperma que aparece cuando uno de los dos vástagos, fruto de la inseminación artificial, llegado a la mayoría de edad que la ley americana permite quiere conocerlo. El donante aterriza en una familia al modo moderno. Una familia compuesta por dos madres, una pareja de lesbianas y sus dos hijos, chico y chica, fruto de aquel vínculo transaccional. El hombre es simpático y dicharachero, frente a la seriedad que impone en la familia la madre que define las reglas de juego, aunque ya se encarga el guión de ir asociándolo a una dudosa moralidad: coquetea con demasiada libertad y no cuenta lo que puede poner en cuestión su atractivo. El donante, para que la película tenga su morbo, se comporta como tercero en discordia y a punto está de poner patas arriba el suave, dulce, sereno y moderno discurrir de la familia que aparece dibujada como más convencional que cualquier otra. Llegados a ese punto los hijos que fueron los primeros en ser atraídos por aquel hombre tan marchoso son también los primeros en plegar velas y apartarse del veleidoso donante.
Es bastante llamativo cómo la misma industria que fue corroyendo poco a poco, y a veces con sonoras bofetadas, la familia burguesa que se tenía como el colmo de la opresión, ahora la ponga como modelo de organización social, de educación de los chicos y de estabilidad emocional, cuando el modelo ha variado tan levemente, sigue habiendo dos padres, a veces uno, y un chico o dos y las reglas básicas se mantienen, aunque con grandes dificultades.
La peli podría haberse aguantado como una comedia con momentos divertidos y alguna que otra frase ingeniosa, si no hubiese prevalecido la necesidad de validar ideológicamente este nuevo tipo de familias y hacerlas pasar por convencionales. Sorprende, o no, por lo que voy viendo, la levedad de los candidatos a los oscars de este año, salvo The Social Network, aunque en la peli que comento Annette Bening opta a la mejor intérprete con todo merecimento.
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