miércoles, 16 de febrero de 2011
Gentuza
Me asaltan la casa, no pueden entrar porque la puerta está acorazada, pero me la destrozan. Tengo dos seguros uno cubre el interior (Mapfre), el otro (Reale), el comunitario, el exterior, pero ambos me dicen que no me pueden pagar los desperfectos de la puerta. Llamo al RACC al que pago cada año una buena cuota y se desentienden, que mire cláusulas y libros y elementos contratados. Bien vale, soy un pardillo. Bien, vale, hay gente que lo pasa peor que yo, que no tiene pa comer, gente que te cuesta una pasta: ayudas estatales, seguros, inseguridad por incidentes como este, policía, jueces, cárceles. De acuerdo. Imponderables.
Pero lo que no soporto, lo que no soporto de ninguna manera, es a la gente pija, que se las dan de progre, de modernos, con esa voz melíflua que se gastan, de solidarios con pólvora del rey, gastando un dinero que no es suyo. Esa gente, por ejemplo, que ahora quiere llevar la ópera a las cárceles para extender la cultura entre los no integrados. Esa gente que tiene gustos tan exquisitos y tan caros que le piden al estado que subvencione sus óperas, sus auditorium de música, sus programas anuales con grandes voces y grandes orquestas, haciéndonos creer que sus gustos particulares coinciden con el bien general y el brillo internacional de este país; los mismos que me quitan dinero para hacer películas o premiar libros que nadie ve o nadie lee. Los mismos a los que no se les ocurre llevar la ópera a los barrios de las grandes ciudades pero sí a las cárceles. Gentuza. A los que no les importa enviarme a las cloacas si leen esta opinión, pero ellos son la gentuza. No les importa el bienestar de la gente, indiferentes a lo que le pasa a la gente real, demasiados para ocuparse de ellos. Sólo les importa la retórica del bienestar. La usan como abrigo para tapar su miseria moral: el privilegio que ocultan haciéndose pasar por buena gente. ¡Hipócritas!
Es muy sencillo, si quieren mantener un teatro de la ópera y palacios de la música con el dinero de todos que sorteen cada temporada las butacas de los grandes teatros subvencionados para todos los españoles, sin reservas privilegiadas de ninguna clase. ¿A que no lo hacen?
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