domingo, 27 de febrero de 2011

Dignidad & indignidad


De vez en cuando los pueblos, es decir, la gente, dicen basta y se sacuden la tiranía. El momento y el lugar son imprevisibles, pero ha sucedido muchas veces. La dignidad hoy está en esos jóvenes árabes que salen a la calle sin miedo.
El día 19 me reuní con mis oficiales y les pregunté qué querían hacer. Les recordé que todos nos enfrentábamos a la pena capital si decidíamos enfrentarnos al régimen. La mayoría estuvo de acuerdo. Dos días después me dirigí a la mezquita, en la plaza, para unirme a los manifestantes.
Conseguiremos traer la democracia. Somos un país grande con muchos recursos y riquezas y poca población. Podría llevarnos una década o más, pero lo lograremos.
Cuando supe lo que estaba ocurriendo en Bengasi y en otros puntos del país, los asesinatos... un líder masacrando a su propio pueblo con mercenarios, supe que no podía seguir respaldándolo.
No esperamos nada de ellos [las potencias occidentales o de Naciones Unidas]. Hace una semana que los libios están siendo asesinados y no han hecho nada. Creo que les preocupa más la economía que las personas. Deberían saber, ya que viven en países democráticos, que también nosotros necesitamos democracia y libertad. General libio Suleimán Mahmud.

Aznar, amigo de Gadafi
 Uno de mis contactos en Libia me llamó hace unos días, justo antes de que cortaran todas las líneas. Me dijo: "Es horrible, mucho peor de lo que se piensa. Por favor, decid que necesitamos ayuda".
La indignidad está aquí. Una vez más, nuestros representantes nos han traicionado. ¿De qué nos sirven políticos que sólo alzan la voz cuando ya no hay riesgo alguno? Cuando ven que Gadafi está a punto se desfallecer, sólo entonces hablan de sanciones y de no sé que pruebas de potencia. Humillan a quienes les hemos elegido, a quienes representan. La democracia tal como funciona es una farsa. Nuestros políticos no actúan como meros representantes de sus países, actún como dueños de la cosa.

Ah, y

En Egipto, por ejemplo, a menos que la presión popular continúe, obligando a las Fuerzas Armadas a aceptar reformas más profundas, la revolución solo habrá servido para reemplazar una pequeña élite corrupta por otra.

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