lunes, 15 de noviembre de 2010

De Polientes al Monte Higedo


La ruta discurre por la comarca de Valderredible, en Cantabria, por uno de los mayores robledales de la Península. Tras la lluvia del día anterior, el colorido que agitaba las ramas de robles y hayas en el bosque que se extiende entre Polientes y Monte Higedo ha caído al suelo.


Tan sólo en las copas de algunos árboles se agitan algunas manchas amarillentas. Descolorida, la hojarasca alfombra la pista forestal. Las hojas húmedas no crujen a nuestro paso, bajo las botas aparece el agua y el barro. Es el otoño que sigue a la caída, húmedo y frío, a pocos pasos del invierno.


Saliendo del molino de Riopaneo en dirección a la Cabaña de Higedo, aparecen primero los rebollos y algún abeto; seguimos la margen izquierda del río Higedo, entrando enseguida en el dominio del roble albar que se disputa el terreno con el haya. Hasta mediados del siglo XX el robledal fue explotado por su madera y para la producción de carbón vegetal.



A lo largo del recorrido habrá que vadear varias veces el río. En estos días, mediado noviembre, no ha llovido tanto como para que no se pueda cruzar, pero hay que ir con cuidado porque hay que saltar sobre las piedras resbaladizas y sobre el césped embarrado.



Además de roble y haya, aparecen otras especies, el acebo, el avellano, el mostajo, el sauce y el serbal.


También los tejos, junto a la iglesia de Riopanero, herencia del antiguo concejo, y el escaso álamo temblón. En un día tan gris y húmedo es difícil que la vista alcance el movimiento de algún corzo o jabalí o incluso de algún lobo escondidos en la densa vegetación de las vaguadas. Pero antes de llegar a La Serna si que veremos ejemplares de la pequeña fauna, un tejón, una salamandra.


Habíamos salido de la ciudad con un chaparrón que nos acompañó hasta las lindes de Cantabria, pero iniciada la caminata las nubes se serenaron. La lluvia estaba arriba amenazante, apenas unas gotas cayeron a lo largo de las seis horas. Al final, el cielo se fue despejando y ya en el autobús, algunos rayos de sol nos despidieron.

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