domingo, 21 de noviembre de 2010

Susana García tenía 14 años cuando mataron a su padre

Susana García tenía 14 años cuando mataron a su padre en Baracaldo el día de la cabalgata de Reyes. Su padre era dueño de una cafetería.
Tres días después de que ETA le matara al padre a tiros, Susana entró en clase. Nadie se quiso sentar a su lado. A su alrededor había una U de pupitres vacíos.
«Me dejaban papelitos riéndose encima de la mesa.Metían esquelas con mi nombre en el buzón de casa... Mi hermano no paraba de llorar. Yo me hice de piedra».
–Que se joda. –Mira, ahí va la hija del hijo puta ese que se han cargado.
«Fue como cuando a Moisés se le separaron las aguas. A medida que andaba por el pasillo, los compañeros se apartaban. Se daban con el codo y decían: ‘Si tu padre ha muerto, tú también’... Nadie más me volvió a dirigir la palabra.Mi hermano, de 17 años, se quedó sin su círculo de amigos. Yo me quedé sin el mío. Desde entonces íbamos siempre los dos solos. Aprendimos que allí sólo nos tendríamos el uno al otro».
«En Interviu publicaron un reportaje sobre ultraderechistas vascos. Pusieron el nombre de mi padre, la cafetería que regentaba, la dirección y hasta la matrícula del coche... Mi padre no era ultra, pero dio igual. Los alrededores de la cafetería se llenaron de pintadas donde se leía ‘asesino’. Cambió mucho. Estaba siempre pensativo y solo. No quería que estuviéramos con él».
Ese reportaje les cambió la vida. Ya jamás pasearían juntos; nunca permanecerían a la vez en el mismo habitáculo; prohibido salir o entrar en casa a la vez; en el coche de papá sólo viajaría él. El 5 de enero de 1980 entendió.
«Le tiraron a quemarropa por la espalda. Tenía dos disparos en la cabeza, uno en el corazón y otro en el pulmón. Aún no sé quiénes fueron».
Los echaron de Baracaldo: veneno en cartas bajo la puerta; la niña con una úlcera nerviosa, migraña crónica y la dentadura molida de tanto apretar la mandíbula. Abrieron un mapa de España y eligieron el sitio más distante de aquel lugar. Por azar les salió Málaga. La casa se malvendió y nadie quería comprar la cafetería. Cuando lo hicieron, fue por la mitad de lo que costaba.
«Te vas del sitio, pero el miedo lo llevas en la maleta. Me quedó la manía de no dar la espalda a las puertas, de pararme en un escaparate para que pase el que viene detrás».

Lo malo en todos estos años se llama leucemia y lo bueno se llama Josune. Estuvo ingresada y le decían que morirse era cuestión de horas. El embarazo que no pudo ser se saldó en abril, con la adopción de esta niña, Josune. (El Mundo, 21.11.10)

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