No es lo mismo pasear por Alcalá bajo los soportales de su calle principal un día lluvioso que bajo el sol abrasador del verano castellano. La lluvia la disfraza de misterio las casas de piedra y las galerías de madera y esconde desconchones y el polvo que los siglos han acumulando. El centro de Alcalá conserva algunas cosas de cuando tuvo fama, aunque ahora se ve mucho artificio de restauradores y mucho deseo de agradar a los turistas.
Es difícil entender, y no encadenar una serie de bostezos durante la explicación, el afán de los guías locales por ensalzar a sus ilustres vecinos, por más que su papel en la historia no siempre sea tan limpio como los ojos de los que por vez primera pisan la ciudad. ¿Por qué no relatan sin hojarasca la historia, o señalan los lugares de paso de sus personajes famosos o los reyes o batallas que allí hubo, sin que se les pida la historia de pobres y ricos y de revueltas o revoluciones? Si tienen un personaje famoso le sacan brillo y se lo pinchan en el pecho como escarapela.
La casa que dicen de Cervantes, probablemente de una tía suya, no puede tener una huella importante del escritor, porque, nacido en 1547, cuatro años después su padre Don Rodrigo, cirujano barbero de escasos ingresos y poca consideración social, y familia ya estaban en Valladolid y al poco en Córdoba y luego en Sevilla.
Su personaje más famoso es el cardenal Cisneros y su obra, la que puso a Alcalá en el mundo, la Universidad Complutense (1499). Es lógico que estén encantados con él y con ella, que se haga silencio ante la gran fachada renacentista que proyectó el que fue regente de Castilla, para dar empaque a la universidad. Todo son loas. Pero nada se dice del relevante papel que Cisneros tuvo en uno de los baldones de la historia de España, la expulsión de los judíos o la solución al problema morisco. Cisneros llegó a Granada en 1499 y propuso a los musulmanes de la península la conversión o la expulsión. Encarceló a muchos, siendo el Tercer Gran Inquisidor, como medida de presión, incautó sus libros e hizo una gran pira. De ese modo consiguió una conversión masiva, pero también una revuelta en las Alpujarras que fue contestada con gran degollina.
También podrían vanagloriarse los complutenses, por Complutum, la ciudad romana, de la Catedral Magistral, obra igualmente de Cisneros, tan deteriorada como consecuencia de los sucesos de la guerra civil y ahora restaurada.
Dejarse llevar por las explicaciones de un guía tiene cierto interés para quien le gusten los chascarrillos y la historia de trazo grueso, pero yo prefiero dejarme llevar por el trazado de las calles, la llamada de una iglesia, el capitel de una columna desplazada de su lugar original o, en este tiempo, el calorcito que desprende una máquina de café en marcha. También poner el oído en las conversaciones del lugar puede tener su premio.
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