domingo, 17 de octubre de 2010

Verano

La propia vida es una fuente inagotable de experiencias para hablar de la humanidad. Sólo hace falta la habilidad técnica -en un escritor- y el coraje -para el hombre común- para bucear en la vida de cada cual. El premio nóbel sudafricano J.M. Coetzee, como aquellos a quienes llamamos grandes autores, lo ha hecho en sus obras. A él como a ellos le repele la apariencia, la banalidad o la concesión, por lo que salvo en la época en que el marketing del nóbel le hizo famoso no es autor de masas, como tampoco ellos lo han sido. Los grandes venden no en un momento concreto sino a lo largo del tiempo. Si Coetzee bucea en sus experiencias para escribir, se supone que en su obra autobiográfica debería bucear más. Pero encontramos un problema, en vez de hablar en primera persona prefiere verse como personaje de una obra, por lo que el personaje del que habla en Verano, no es exactamente J.M. Coetzee, sino John Coetzee. Es un escrito paradójico, la modestia como escritor aparece junto a la cruda desnudez como hombre. No todos los datos que se aportan en Verano coinciden con la realidad fáctica de la vida de J.M. Coetzee, por ejemplo se dice que John Coetzee murió en Australia, lo que de momento no ha ocurrido con el Coetzee real, sin embargo la época, el lugar, la profesión -1972-1977, Sudáfrica, labores de profesor, comienzos de su carrera como escritor- coinciden, como su expulsión de EE UU por sus protestas contra la guerra de Vietnam y su vuelta a Sudáfrica. Esos datos proporcionan el contexto, la atmósfera en que se desarrolla lo que desea contar. ¿Qué es exactamente lo que quiere contar? Los comienzos en la vida de un escritor famoso que más tarde recibiría el premio nobel y, en especial, su catadura humana y moral. Es decir, qué relación existe entre una obra autobiográfica y la verdad.

Un biógrafo inglés anónimo investiga acerca de John Coetzee. Para ello entrevista a cinco personas, cuatro mujeres y un hombre. El retrato que de esas entrevistas va emergiendo, junto con fragmentos del diario del propio escritor en aquella época, no es nada halagüeño para John Coetzee. Este aparece como un hombre frío, apocado, débil, egoísta, poco viril, con el que ninguna mujer querría casarse. Todas ellas dicen que no es hombre para mantener una relación prolongada con una mujer, porque no es capaz de entregarse, de comunicarse plenamente. Algunas de las cosas que se dicen son muy crudas, a veces es difícil proseguir la lectura sin una pausa, hacen revelaciones a las que cualquiera de sus lectores no se enfrentaría y preferiría olvidar. Esa misma falta de entrega o valentía o generosidad se dice de su labor como profesor e incluso como escritor o de su relación con su padre, con el que en aquella época convivió, o con Sudáfrica, un territorio en el que nació pero en el que se siente extraño.

Lo que se dice en Verano sólo tiene sentido si es verosímil, como es el caso de cualquier obra literaria, tanto más si se presume de autobiográfica. Pero J.M. Coetzee se cuida de explicar que sus obras autobiográficas -junto a Verano- Infancia y Juventud- son memorias ficcionales. Es decir, contadas con los artificios de la creación literaria. Es una lectura incómoda, aunque apasionante: es como si en vez de mirar directamente al escritor que admiramos en Vida y época de Michael K, Foe o Desgracia, lo mirásemos a través de un espejo empañado. Sabemos que trata de él, pero no podemos atraparlo del todo, aparece crudamente ante nuestros ojos, pero se nos escurre entre los dedos. En realidad la literatura siempre ha actuado de ese modo, nos cuenta verdades profundas, difíciles de digerir, pero utilizando artificios, trampantojos, engaños, la verdad de las mentiras de que hablaba Vargas Llosa. Cabe también la posibilidad de que el escritor J.M. Coetzee esté jugando con nosotros y se burle de nuestra credulidad, ¿por qué dar crédito a alguien que afirma que cuenta su vida o se confiesa ante nosotros? ¿Un individuo es el más apropiado para contar su propia vida, acaso los demás no tienen una visión más objetiva sobre él?
Verano no tiene la fuerza de aquellas grandes obras -¿quién mantiene la energía y sabiduría que le llevó a la cima después de haber recibido honores y reconocimiento- pero sigue mostrando lo que Coetzee siempre se propuso, revelar lo que somos tras las apariencias.

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