sábado, 9 de octubre de 2010

La imaginación que sustituye a los hechos produce mentiras


Le dan a Javier Cercas un premio nacional por su Anatomía de un instante. Así que le hacen un entrevista y, con la ayuda del entrevistador, se apodera de la memoria del 23F. El 23F es suyo, él tiene la última palabra. Veamos:
Lo más duro que digo en el libro es que no hubo reacción ni resistencia del país contra el golpe. La gente tuvo miedo.
¿Qué quería Cercas, que el pueblo empuñase las armas de nuevo, otra vez resistencia y muerte? Al contrario, el pueblo fue más maduro que nunca, contempló los hechos como un suceso chusco de unos personajes y una España que habían pasado al desván de la historia. Qué mayor humillación que reírse de su bufonada.
En el aire estaba la sensación de que la íbamos a cagar otra vez, como en el 36.
Eso es lo que no ocurrió, el pueblo no se alzó en armas. El resultado fue por tanto un éxito, la democracia se consolidó. Luego Cercas se lía:
Anatomía de un instante es un extraño experimento narrativo, un híbrido, tiene dos almas, es ensayo histórico, cuenta exclusivamente la verdad, hasta donde pude, pero posee también la ambigüedad esencial de la novela: los hechos se explican desde puntos de vista diferentes. La estructura y los procedimientos son novelescos. Paradójicamente, es una reivindicación de la ficción. Un acto de fe en la palabra.
Ahí se ve con claridad lo que no se debe hacer, mezclar los hechos con la imaginación. No se pueden mezclar el trabajo minucioso, sin trampas, del historiador, con la imaginación que se inventa historias, del novelista. Cuando se hace el resultado produce mentiras y confusión.

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