lunes, 25 de octubre de 2010

De Santa Olaja a Fuentes de Peñacorada


Si una mañana el viajero se acercase a los pagos de Cistierna, en las estribaciones de los Montes de Léon, que mire al cielo y decida cuál es la mejor ruta que ese día ha de seguir. Que tome nota del dicho antiguo, Cuando Peñacorada ahuma, la vega de Almanza se enlaguna. Si en lo alto se arremolinan nubes oscuras que elija la dirección del monasterio cisterciense de Santa María la Real de Gradefes y después la iglesia mozárabe de San Miguel de la Escalada; no habrá perdido el día. Y si brilla el sol que se encamine hacia Santa Olaja de la Varga. Allí puede iniciar una interesante caminata de unos 16 kilómetros por las laderas de la sierra de Peñacorada.



Estos días de otoño, si el calor y la visibilidad acompañan, podrían ser los mejores para dejarse embobar por los cambios que propicia la estación. El paisaje deslumbra por su colorido y amplitud panorámica, las pequeñas aldeas de la montaña leonesa a resguardo de grandes rocas y los picos de la montaña palentina, no muy lejos.


Si se hace el itinerario en el sentido de las agujas del reloj, teniendo siempre a la vista el pueblo de Fuentes de Peñacorada, se irán recorriendo en un espacio corto paisajes diferentes, del bosque mediterráneo, en la solana, a la densa vegetación arbustiva junto al río y al bosque atlántico en la umbría.


Al principio se puede seguir el camino romano o camino de los legionarios. Por aquí anduvieron las legiones que querían reducir a los cántabros. Se andará por los márgenes de lo que queda del antiguo encinar mediterráneo, pisando el enlosado romano, junto a los restos de los muros de contención o viendo el trabajo que hicieron alisando la roca madre.



Luego se ha de descender, buscando el canturreo de un regato, seguir el curso que lo que va convirtiendo en arroyuelo, primero, y, poco a poco, transformándose en río, el río Orbayo que pasa por Santa Olaja, en dirección al Esla. El sendero se llena de humedad y sonido, de escaramujos, escobas y zarzamoras.


Se asciende de nuevo hasta el cerro para contemplar una panorámica de la que las fotos apenas dan cuenta, buscar un sitio para comer, y desandar luego el camino por zonas más sombrías, en medio de robles, hayas y algún ciruelo, propias del bosque atlántico, hasta llegar de nuevo a Santa Olaja y pasar por el puente de los Vaiteros o viajeros.

Es por el ancho camino que desciende hacia el pueblo por donde asombran los amarillos y naranjas, los ocres y dorados, los rojos y lilas y verdes de mil tonalidades, es el momento en que los árboles retiran el alimento a las hojas -cuando la fotosíntesis se para- y éstas caen, se pudren y vuelven a alimentar, meses más tarde, a quienes antes les han dado la vida en primavera.

1 comentario:

Peatón dijo...

No se puede engalanar lo ya engalanado de serie. Solo admirarlo con la versatilidad de cada día, lo cambiante que se despereza en nuestra lábil percepción de las realidad.
¡¡ He dicho !!... pero ¿qué he dicho? ¿alguien me lo podría explicar?...