jueves, 27 de mayo de 2010

El disruptivo caso de Martin Gardner

Muchas lecciones se aprenden de la vida y obra del recién fallecido Martin Gardner (MG). La primera, que ha vivido muchos años (95), aunque ya no se le pueda felicitar por ello.
¿Su longevidad tiene que ver con la curiosidad insaciable, la actividad mental, el hambre de conocimientos? MG durante 25 años mantuvo una columna, Mathematical games, en el Scientific American, dedicada a popularizar los juegos matemáticos, retando a la inteligencia de los lectores. Escribió más de 50 libros, muchos de ellos lanzados a combatir la superstición en sus variadas formas, es decir, a pinchar el culo de los perezosos para que se pusieran a caminar. Por ejemplo, pinchó en el globo de Uri Geller, el mago de las cucharas dobladas, o afeó las acarameladas charlas de Oprah Winfrey sobre la New Age.

La segunda, que se añade a esa larga lista de pensadores, tecnólogos, filósofos que no cursando estudios formales de una materia irrumpen en ella trastocando sus esquemas. De ahí lo de traer al título esa palabreja que hasta ahora sólo había oído en los labios mellados de los psicopedagogos: disruptivo, que podríamos traducir como perturbador. Lo que nos plantea Gardner y toda la pléyade de disruptivos -Einstein a la cabeza- es la bonita hipótesis de que para ver mejor las cosas hay que apartarse de los andamios -o, mejor, caer de ellos- del pensamiento convencional. MG fue un autodidacta de las matemáticas. Tras la secundaria MG no hizo cursos de matemáticas, sino que se inclinó por la filosofía. Sin embargo, la Sociedad Matemática Americana le concedió su premio Steeke en 1987.

En un carácter como el de MG sólo cabe la modestia, sólo los fatuos afirman que son otra cosa que hombres sin más:
"Soy estrictamente un periodista, solo escribo sobre lo que otra gente está haciendo sobre la materia. Más allá del cálculo estoy perdido. Ese era el secreto del éxito de mi columna. Me llevaba tanto tiempo entender de lo que estaba escribiendo que sabía cómo escribirlo de manera que la mayoría de lectores lo entendiera".
No sólo algunos hombres son disruptivos. Hoy, Francis Pisani, hace una interesante distinción entre innovaciones esperables e innovaciones perturbadoras o disruptivas. Estas últimas son más más sencillas y baratas, pero terminan por imponerse. Pone como ejemplos la nevera sobre la caja de hielo, el ordenador personal sobre las computadoras centrales.

No hay comentarios: