martes, 2 de marzo de 2010

Miriam va a tener un hijo

 

Miriam va a tener un hijo. Ayer mismo era una niña. Parece que tiene novio. La información que manejo es escasa, apenas unas palabras cogidas al vuelo junto a otras -fiestas de cumpleaños, la urgencia de unas oposiciones para una chica primeriza, el tiroteo entre policías y ladrones a unos metros de casa, el calor de Barcelona, la lluvia de la meseta- y todas con parecida relevancia. Miriam era una niña cuando yo era el padre poco cuidadoso de una amiga suya. Ellas vivían y yo era un fantasma sin sábana blanca, pero con la cabeza llena de nubes esponjosas. Un fantasma en los cumples, en las reuniones de padres, en sus citas de chicas que preparan exámenes o que se agitan antes de acudir a una fiesta.

Es la vida. Casi siempre ha sido así, una de las primeras cosas que hacía o que le sucedía a una chica recién crecida era tener hijos. El aprendizaje, la moralina, las prevenciones y las consejas es cosa reciente -también antigua, igual de inútil- de las películas y las clases de educación sexual que introdujo el espíritu LOGSE. No hay experiencia que valga. Los padres aprenden sobre la marcha. Quizá haya influido la prevención de Miriam ante la contracepción y contra el aborto. Sus medios son escasos. Ahora iba a comenzar un trabajo de venta telefónica. Veo la sombra que llega, el círculo que se cierra, las brujas con las escobas; no, en realidad ahora el dedo índice está en el papel satinado, a plena luz en las pancartas y en los ppt aleccionadores de las clases de ética o de ciudadanía. ¿Cómo lo hicieron nuestros padres, es decir, los abuelos de Miriam? No lo hicieron tan mal si nosotros estamos aquí, tan conscientes, tan ufanos, tan temerosos. Y apenas tenían recursos. Enhorabuena, Miriam.

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