martes, 16 de febrero de 2010

Papá, llama si te pasa algo

Renfe, larga distancia. El asunto de los móviles, el vaivén del vestíbulo de la estación repetido en el vagón. Gente inquieta. Chicas jóvenes contando sus cuitas a otras chicas sobre chicos y medio novios al volumen justo para que todo el mundo se entere. Conversaciones largas que se acaban y se reanudan de inmediato con interlocutores variados a lo largo del viaje, contando los mismos sucedidos. Imposible concentrarse en la lectura. ¿Se atreverá la ministra Jiménez a dictar una ley de uso de móviles en lugares públicos? También algunos hombres de negocios hablan, arrogantes, displicentes, aunque más discretos. Un hombre mayor que se empeña en sacar sus maletas al pasillo, a 120 kilómetros de su parada, para que no se le pase la estación. El zoo humano. Gente que sube y que baja, cada cual con su conversación, exponiendo sus asuntos alegremente, haciendo saber a todo el mundo lo que les pasa, una agotadora necesidad de exhibir su intimidad ante desconocidos. Sólo las personas mayores, libres de móviles, entablan conversación directa con sus vecinos. Sólo ahí aparece la incomodidad.

Y un padre con dos hijos pequeños, acaso cuatro años el niño y tres la niña. Él les habla en catalán, con un punto de cansancio en la voz, quizá de irritación. El niño con su maquinita digital entre los dedos, la niña distribuyendo roles: yo soy la mama, tú eres el papa le dice a su hermano, tú Papá eres Miguel, alternando los papeles, pero siempre con el mismo juego. Pasan las estaciones, la lluvia, las tierras encharcadas, los campos nevados, las cebadas crecidas en estos días de febrero mediado. Gente que sube, gente que baja.
El padre con los niños llega por fin a su destino. Recogen. Alguien le pregunta. Van a Zamora con su madre. Se le ve tenso, la voz se le ha ido atiplando, casi chirría cuando reconviene a sus hijos para que vayan saliendo. Les empuja casi, tropieza. El niño repite una y otra vez, papá, llama si te pasa algo; prométeme que llamarás si te pasa algo. La tarde es grisácea, destemplada, con el cielo cubierto ya no hace el frío de los días pasados.

3 comentarios:

tu troll aburrido dijo...

¿y?

Toni Santillán dijo...

Vuelve a leer otra vez. Fíjate en ese hombre. Lo comprenderás.

Anónimo dijo...

no entendi